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domingo, 7 de marzo de 2021

El Cochecito de Feria - By Russell

Esta es la historia de un Cochecito...
 
Como tal, este tenía motor, 4 ruedas, 2 pedales (acelerador integrado en su cuerpo y un freno anclado al lugar donde se encontraba), un espacioso capó y vivía su vida al ralentí dando vueltas en un TioVivo. La gente miraba el Cochecito y le generaba buen rollo. Daban por hecho que era lo que ahí se encontraba, que era tal como lo veían. Pero la magia de lo desconocido nos dice que siempre hay más de lo que vemos en un primer vistazo. No importaba, a nadie le importaba esto; el TioVivo daba vueltas, y el Cochecito se movía con él.
 
Y así pasaban los días, mientras el TioVivo girara, la vida para el Cochecito era suficiente.
 
Sin embargo, había veces que en los momentos de calma en los que el TioVivo estaba detenido y las luces de la feria apagadas, el corazón del Cochecito le gritaba que "podía descubrir más..., podía ver más..., podía visitar más lugares si salía a dar una vuelta por cuenta propia..."
 
Y dicho y hecho...
 
Un día el Cochecito se armó de valor y decidió salir a explorar. Atrás dejó el hueco vacío en el TioVivo y el pedal de freno que lo anclaba a él.
 
El Cochecito se sentía extraño. Todo era una nueva perspectiva para él. Por lo que, sin muchos riesgos, empezó a moverse despacito. Sus ruedas giraban lentamente y el Cochecito se movía en la dirección que marcara con su delantera. Si quería girar a la derecha solo tenía que girar las ruedas delanteras a la derecha. Si quería ir a la izquierda hacía lo propio con ellas...
 
¡¡Que bonito era el paisaje nocturno!!
 
Por primera vez descubrió lo que había al girar la esquina de la calle en la que había estado los últimos años con el TioVivo y, ¡¡simplemente era maravilloso!!
 
Las luces de las farolas anaranjando levemente las paredes azuladas de los edificios, los lejanos grillos haciendo ruido en las zonas verdes… Zonas verdes tan distintas a los edificios construidos por la mano del ser humano. Todo era maravilloso para el Cochecito, todo salvo el cielo oscuro. Le daba miedo mirarlo porque desde que tenía memoria lo único que veía al mirar arriba, era el techo con luces de colores del TioVivo decoradas con unas caricaturas deformes de los dibujos animados, cómics y películas del momento.
 
A pesar de su miedo a ese infinito cielo nocturno, le podía más la curiosidad y el disfrute por recorrer las calles. Cada calle, cada badén, cada paso de cebra, era todo un descubrimiento que atesoraba como oro en paño en su memoria. La noche estaba siendo magistral.
 
Incluso le resultaban curiosas esas señales metálicas redondas con un círculo rojo sobre fondo blanco y unos números en negro. No sabía lo que significaban pero con el tiempo durante esa primera excursión acabó descubriendo que eran límites de velocidad.
 
¡Bueno! ¡Pero que atrevido es el ser humano! ¿A él le iban a decir a que velocidad podía moverse por las calles? ¡¡Habrase visto!!
 
Esa señal y su razón de ser le habían molestado. Y el hecho de encontrarse varias en distintas calles principales de la ciudad le incomodaba cada vez más.
 
¿Que pasaría si excediera esas velocidades? ¿Alguien le diría algo? ¿Le llevarían de vuelta para anclarlo al TioVivo?
 
Por un momento se sintió vigilado, observado. Como si alguien tuviera excelso tiempo que perder en mirar lo que estaba haciendo aquel Cochecito explorando la ciudad fuera de su TioVivo.
 
¡Claro, la gente no tiene más huevos que freír, ¿verdad? Pero eso lo sabemos tú; mi querido lector; y yo. El Cochecito en ese momento no lo sabía, y con la excitación que le provocaba conocer sitios nuevos, menos...
 
A pesar de haber conducido por la ciudad nocturna a una velocidad que podía manejar, el Cochecito decidió poner a prueba esas señales y a quien quiera que estuviera absurdamente vigilándole ahora. Y empezó a acelerar...
 
El hecho de empezar a moverse más rápido dio vértigo al Cochecito que nunca había ido más rápido de lo que el TioVivo le había movido día tras día durante años. Nunca más rápido que la velocidad de crucero que había llevado durante toda la noche. Pero no podía frenar. No tenía frenos, así que afrontó ese miedo con el subidón de adrenalina que le provocaba y lo supero enseguida...
 
Cuando se acostumbró a esa velocidad aceleró un poco más...
 
¡¡Qué vértigo tenía el Cochecito!! Y sin embargo notó que se acostumbraba cada vez más rápido a la nueva velocidad.
 
¿¡Pero de donde sacaba la energía!? Se supone que los coches normales utilizan gasolina y/o electricidad y una batería que los alimenta para poder moverse; pero este, siendo un Cochecito que estaba destinado a girar en el TioVivo que lo sustentaba, carecía de esas características... ¿De donde obtenía la energía entonces?
 
Nadie lo supo jamás... En ese momento el Cochecito tenía más energía que nunca. A más velocidad, más frenético y excitado se sentía porque aquello, ¡¡era toda una nueva experiencia para él!!
 
Cada vez que se acostumbraba a una velocidad, pisaba el acelerador y alcanzaba una nueva sima más rauda... Las esquinas de las calles las empezaba a tomar casi a 2 ruedas, y hacía tiempo que había rebasado los límites de velocidad de esas molestas señales que le decían qué era lo que NO podía hacer...
 
¡¡Habrase visto X2!!
 
¡¡Guauuu!! ¡Esa velocidad era increíble para un Cochecito de Feria normal! ¡Más rápido!
 
El Cochecito aceleró más... Las calles empezaban a difuminarse a sus ojos, y luz de las farolas parecían rayas de color amarillo anaranjado que se unían entre si a sus ojos.
 
¡¡Que velocidad!!
 
A pesar de los avisos internos de su corazón, la mente del Cochecito estaba fija en sus faros (eran como sus ojos) que apuntaban iluminando la carretera. Sabía que podía ir cada vez más deprisa. Y de pronto, sin esperárselo descubrió un desvío que lo llevo a una carretera amplísima de varios carriles que podían alejarle de la ciudad hacia nuevos territorios...
 
No se lo pensó 2 veces, y aunque lo hiciera, no podía frenar. Además, por alguna inexplicable razón su energía aumentaba cada vez más como para evitar que fuera el cansancio el que le fuera frenando. En este caso concreto el cansancio era un simple espectador. Un simple aviso en su salpicadero que fue completamente ignorado por la adrenalina alimentando la mente acelerada de nuestro protagonista.
 
La autovía... ¡¡Un gran invento!! Una carretera hecha para coches como él... Donde correr a la luz de la Luna sin temor a remordimientos por las limitaciones de velocidad impuestas en la ciudad...
 
¡Un segundo! ¡Aquello de allí delante! ¡Era otra enorme señal de velocidad! ¡Pero esta tenía 3 dígitos en vez de 2... ¿¿¡¡Pero quienes se han creído que eran para limitar la velocidad del Cochecito!!??
 
A pesar del disfrute que estaba sintiendo, ahora empezó a ponerse de mala uva... Y aceleró más... Y más... Y más...
 
¡¡Era increíble!! ¡¡Se sentía más vivo que nunca el Cochecito!!
 
Esa libertad de poder moverse donde quisiera, como quisiera, era toda una experiencia. Se empezó a emocionar y los faros se le humedecieron. Jamás había sido tan libre. Y en un momento de debilidad entre lágrimas escuchó una fina voz en su interior que le decía: "Contrólalo... No aceleres más... Vuelve a tu ser y descansa... No fuerces aquello que necesita reposo..."
 
Esa voz, y los remordimientos que le hacían sentir le dieron miedo. Ya que se sentía genial tal como estaba sin rendir cuentas a nadie, y decidiendo acelerar a voluntad en pos de alcanzar un estado superior. Finalmente con la adrenalina que recorría cada centímetro de su motor, de su carrocería, arrancó valor de su flaqueza y decidió que ni siquiera una voz desconocida de su interior le iba a decir como conducir por aquellos carriles.
 
No sé cuantos kilómetros recorrió aquella noche, pero el coche había seguido acelerando y acelerando hasta que la Luna se ocultó y empezó a despuntar el alba. Algo que provocó que el cielo empezara a clarear...
 
El Cochecito reparó en aquello... Vio como el oscuro y negro cielo empezaba a cambiar de color... Pero iba a tanta velocidad que no podía apenas apartar los faros de la carrera.
 
Era impresionante, el cielo estaba cogiendo un color azul oscuro precioso hasta que pasó a un tenue amarillo decorado por una enorme bola de luz en el cielo. Creo que le llamaban Sol a aquello...
 
El Cochecito quería mirar ese cielo cambiante (de amarillo pasó lentamente a azul claro) porque también había cosas blancas flotando en él. Nunca las había visto. Y quería observar, pero sus faros estaban fijos en la carretera y por más que intentara fijarlos en el horizonte para verlos en la distancia su increíble velocidad se lo impedía...
 
¡Que ironía!
 
Lo que había hecho sentir libre y vivo al Cochecito, era lo mismo que ahora lo hacía sentir atrapado en una situación que no podía controlar.
 
"No seguiré apretando el pedal del acelerador" -Pensó- "y poco a poco iré perdiendo velocidad hasta quedarme quieto..."
 
Sin embargo, él no era un coche normal. Era un Cochecito de feria del que desconocíamos de donde obtenía su energía, y en este punto aunque no pulsara el acelerador, la velocidad que mantenía sería constante. Había rebasado todos los límites de su motor y por una razón que desconocemos la velocidad nunca bajaría.
 
El Cochecito empezó a ponerse nervioso. Y extrañamente, en toda la noche no se había encontrado con humanos a su alrededor para poder pedir ayuda. De haberlos, tampoco habría podido porque serían simples siluetas desenfocadas al pasar muy rápido a su vera. Ni siquiera había coches comunes en la carretera. Estaban la Autovía, el Cochecito, el Sol y las Nubes desenfocadas que no podía disfrutar nuestro protagonista.
Nada más...
Nada menos…
 
"Basta..." -Murmuró suavemente el Cochecito...
 
"Bastaaaa..." -Alcanzó a soltar con un hilillo de voz...
 
"¡Por favor!" -Dijo con voz normal...
 
"¡¡POR FAVOOORRR!! ¡¡BASTAAAAAAAAAAAAAA!!" -Gritó el Cochecito apagando los faros y no fijándose en el carril que estaba recorriendo...
 
¿Y qué es lo que pasó?
 
A una velocidad constante, sin opción de aminorar, sin un pedal de freno, y habiendo perdido todo control sobre sus nervios y sus sentimientos el Cochecito se sintió sobrepasado por la situación... ¡¡Y se estrelló!!
 
...
 
...
 
...
 
...
 
Un gran y estruendoso golpe contra algunos de los quitamiedos de hormigón de la Autovía que lo frenaron en seco.
 
El Cochecito quedó hecho trizas.
 
El humo se alzó bastante en el lugar del accidente. Lo que alertó a muchas personas que ahora sí que había en las inmediaciones. ¿Es quizás que los faros decidieron voluntariamente ignorar sus presencias independientemente de la voluntad y deseos del Cochecito? Nunca lo sabremos. Pero ahora había personas en las inmediaciones…
 
Entre oscuridad y oscuridad de sus faros, de vez en cuando había una luz, y sentía que había mucha gente a su alrededor. O quizás era cosa de su imaginación y no había nadie. ¿Quién sabe? Además, el Cochecito sentía que no era dueño de su carrocería. No podía moverse, y las pocas veces que usaba sus faros entre desmayo y desmayo podía ver esas Nubes blancas flotando en el cielo azul...
 
¡Eran algo maravilloso! ¡Tan delicadas, libres y curiosas que no las comprendía!
 
¡Y se lo había perdido por querer desafiar a unas insignificantes señales de tráfico que limitaban la velocidad a la que se podía conducir!
 
¡Se perdió incluso la oportunidad de ver estrellas! A nada que hubiera conducido a velocidad de crucero a una carretera sin farolas, ni iluminación artificial de ningún tipo, habría visto algo de esperanza dibujadas con estrellas en ese negro cielo nocturno que tanto miedo le había dado. Y es que, siempre hay algo más que no vemos antes de emitir nuestros juicios y temores, la cuestión era ¿qué tipo de persona, animal y/o Cochecito de Feria decidimos ser cada uno de nosotros en nuestro día a día?
 
Ahora mismo ese planteamiento era tarde para nuestro protagonista estrellado. Se sentía hecho trizas. Estaba hecho pedazos. Y encima, alguien desconocido le estaba suministrando algún tipo de mejunje que lo hacía quedarse K.O todo el día. Somnoliento y con ganas de dormir en todo momento...
 
El Cochecito apagó los faros por última vez...
 
...
 
...
 
...
 
... 
 
Cuando volvió a abrirlos se encontró de nuevo en su rinconcito dentro del TioVivo. No sabía lo que había pasado, pero sí que habían pasado unos meses desde que fuera parado en seco con aquel brutal golpe en placas de hormigón en aquella autovía...
 
No sabía lo que había cambiado en su interior. Pero la vida volvía a ser normal. Ese día, en cuanto el Cochecito despertara completamente, la Feria de la ciudad abriría y el TioVivo empezaría a girar una vez más haciendo felices a muchos niños y a sus padres.
 
Y no me entendáis mal. El Cochecito amaba su vida. En ese TioVivo estaba bien. Centrado. Estable. Y los niños disfrutaban mucho de los paseos que podía ofrecerles cuando el TioVivo giraba. La imaginación de un niño puede ser magistral y totalmente satisfactoria si formas parte de su creatividad.
 Pero en el fondo, deseaba salir del TioVivo y volver a explorar mundo. Eso le colmaba de energía, placer y libertad. Solo que no podría hacerlo con seguridad hasta descubrir como superar el Orgullo Interior que tenía hacia unas señales de velocidad impuestas por gente que no conocía y que; quizás; no le vigilaban tanto como él pensaba que hacían.
 
Si superaba ese orgullo, si superaba sus miedos internos... Y sobretodo, si conseguía establecer un Sistema que le permitiera reducir velocidad con seguridad, podría volver a salir a explorar cuando la feria cerrara. Pero encontrar ese Sistema no dependía solamente de él. Necesitaría ayuda. Y el Cochecito de una vez por todas aceptar que lo ayudaran, a pesar de sentir que él solo podía con el mundo.
 
Solo así, superadas estas barreras y una vez descubierto el Sistema funcional para poder frenar fuera del TioVivo, el Cochecito debería asumir que lo tendría que utilizar de por vida si no quería volver a desestabilizarse del control de velocidad que lo hacía sentir libre.
 
¿Correr? Sí claro, pero no sin unos mínimos límites de seguridad.
 
En resumidas cuentas, no abandonar el Sistema cuando el Cochecito engañosamente se sintiera bien. Ya que ese Sistema le permitiría tener el control total de su movimiento y de su libre albedrío con total seguridad. 
 
Seguridad que le permitiría disfrutar incluso de esos momentos de libertad y adrenalina que podría intentar alcanzar de vez en cuando. Asumir que nunca sería como un coche común en las carreteras, y disfrutar de todo lo que el mundo le tendría reservado. Y con las personas con las que se lo tuvieran reservado, siempre tras adaptarse a ese Sistema funcional.
 
Ya que...
 
¿Cuantas veces más podría estrellarse un Cochecito de Feria sin control antes de que las secuelas de cada accidente le pasen factura o pueda perderse a si mismo?
 



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sábado, 6 de junio de 2020

Espejismo. By Russell

Tiempo ha que terminó la maldición...
Y sin embargo aquí estás...
Nunca te fuiste...

Cuando comprobaba estar en tierra firme, de pronto subió la marea y desparecieron mis pies...
Mis rodillas...
Mis caderas...

Sé que es algo temporal, un pequeño fragmento del infierno vivido durante la maldición antes de esta situación de confort. Sé que la marea volverá a su nivel y sentiré la hierba de nuevo entre los dedos de mis pies. Pero...

¿Y si la marea sigue subiendo?
¿Y si la marea no consigue encontrar su calma y en cada vez más cortos periodos de tiempo siento que me quiere arrastrar fuera de tierra firme aún en contra de su voluntad?

La marea es marea. Pese a quien le pese, no tiene voluntad más allá que la de existir y obedecer a su propia naturaleza. Y sin embargo yo aquí me encuentro luchando por alcanzar tierra con mis pies y cada vez hay más desorientación de si me habré desplazado de lugar a un territorio nuevo y desconocido.
O incluso peor, un territorio en el que regrese la maldición y quiera abrazarme de nuevo diciéndome: "Te he echado de menos... No volverás a irte acompañado por ahí..."

¡¡No puedo permitir que eso suceda!! Debo luchar contra los embistes del oleaje y aguantar lo que pueda hasta que la marea descienda y pueda volver a sentir tierra bajo mis pies... ¡¡Tiene que seguir existiendo tierra!! ¿¿¿No???

He estado tiempo en esta zona cuidándola... Manteniendo el arbol fuerte, las flores vivas, la hierba sana, y sin embargo, cada vez que el agua sube siento miedo...

Miedo de que la marea; ajena a su naturaleza; destroce lo que estaba plantado en tierra. Que se lleve mis recuerdos y que para recuperarlos, deba sacrificar unos recuerdos nuevos cuando descienda el nivel del agua. Plantar de nuevo para seguir manteniendo la vida y vegetación de este fragmento de tierra que me acoge con los brazos abiertos todas las veces que regreso tras ser separado por las olas.

En este momento estoy rezando. No soy creyente en la fantasía que nos quieren vender como real según algunas religiones. Pero sí que creo en cosas. Y ahora mismo estoy rezando por ellas... La acometida del agua ha sido brutalmente agresiva esta vez... He recibido un fuerte golpe del oleaje y estoy completamente desorientado... Estoy tan mareado que no puedo discernir entre superficie y cielo porque todo lo que me rodea brilla como blanco cristal ondulado que quiere mecer mis heridas...

Sí... He recibido heridas...
Sé que estoy sangrando. Y sin embargo no puedo parar de sentir esperanza y dolor... Debería encontrar un atolón, un sitio donde pueda sujetarme y revisar todo mi cuerpo en pos de encontrar y detener la hemorragia...
Siento que si no lo hago pronto voy a desmayarme y con el arrastre del agua voy a perder la situación de mi pequeño rinconcito de tierra donde he encontrado la felicidad que tanto me ha arrullado en los últimos tiempos.

Tengo que mantener la calma...
Que la hemorragia no es más que una ilusión provocada por mi mente tras recibir un golpe tan poderoso de la marea. Pero duele... Para querer creer que no es real, duele muchísimo...
Debería estar acostumbrado... Pero el agua ha subido violentamente varias veces en periodos cada vez más cortos de tiempo. Apenas me he recuperado de la anterior subida y ya está aquí de nuevo...

Alzo la mirada mientras intento coger bocanadas de aire. Y allí está...

Veo una silueta...
Una familiar silueta flotando sobre la superficie que no había visto en los últimos tiempos, y que pensaba que ya no iba a volver a ver hasta el día de mi muerte, siendo un apacible ancianito que ha tenido una vida digna de ser vivida...

Es un espejismo...
¡¡Tiene que ser un espejismo!!
Sigo estando cerca de tierra...

En cuanto el agua descienda recuperaré mi rinconcito vital y podré seguir cuidándolo como se merece... En ese rinconcito soy feliz. No quiero que nada me prive de esa felicidad. He necesitado de toda una vida para encontrar ese rinconcito que me cobije. Un rinconcito totalmente compatible a mi ser y que responde de feliz manera entregándome unas preciosas flores, un robusto árbol frutal y una hierba digna de la mejor sábana que podamos probar en una cama... ¡¡Así que tengo que conseguir aguantar!!

Mientras intento resistir los envites cada vez más violentos y seguidos del oleaje, hago aspavientos para seguir sintiendo mis dedos, mis brazos, los cuales están cada vez más entumecidos por el frío y la humedad. Los pies hace horas que dejé de sentirlos. No siento nada debajo de las rodillas. Me pregunto si la hemorragia viene de ahí, o es simplemente que los tengo dormidos a causa de la invernal temperatura del agua...

Lo más triste e irónico de todo esto, es que la tierra... (Mi rinconcito de tierra que tan feliz me hace por cuidarlo y ser cobijado en su superficie) ...forma parte de la marea de algún modo. Son un todo. Dada la situación no pueden existir la una sin el otro. Y yo he llegado como un extraño inesperado para asentarme en el lugar. Un lugar que me brinda bienvenida acariciándome los pies con sus briznas de hierba, y que a veces me expulsa con sus subidas de marea separándome de tierra. Pero es una idea que debo asumir como cierta si quiero poder sobrevivir en este paraje tan hostil.

En mi mente, empieza a vislumbrarse la silueta de un planteamiento cruel. Un planteamiento que sopesa el comprobar de algún modo si las caricias y el cobijo que me da la tierra cuando puedo sentirla en mis pies desnudos, es suficiente como para compensar los tremendos golpes que recibo cuando la marea sube de golpe lanzándome como un pelele y arrastrándome con violencia entre las ondas marinas...

Quizá sea mi mareo, quiza mi desorientación la que está provocando estos pensamientos. Pero este último embiste de las aguas al subir de una manera tan súbita con esa ola tan tremenda, me ha reventado por dentro y por fuera. Siento que estoy perdiendo la consciencia y cada vez me cuesta más sacar la cabeza a flote... ¡¡Necesito que me de tiempo a respirar entre golpe y golpe del oleaje!!

Y no quiero...
No quiero ver debajo del agua como de hundida está la tierra donde soy feliz y tengo un propósito de vida. No quiero pensar que la tierra está dentro del agua como si la marea fuera una incontrolable capa más de una realidad que me dijera que esa tierra quiere volver a salir, pero puede que llegue un día que no lo haga más. O que llegue un día en el que yo acabe perdiendo la consciencia y me pierda en el océano.

Y tengo este terrible temor porque reitero que las últimas subidas del nivel del agua han sido muy próximas entre sí, y cada vez cogen más fuerza y violencia  a mi alrededor sin que pueda hacer nada por ayudar a mantener la calma del agua y el contacto con la hierba.

Siento que me quiere expulsar. Que hay todo un debacle de contradicciones y agresiones fuera de control que buscan el modo de lanzarme fuera de esa tierra a la que sé, pertenezco. Siento que he caído en las redes de un sistema de trampas que busca lanzarme volando de la zona sin tener asegurado un porqué legítimo, y que sus razones se estructuran en mecanismos de inseguridad e interruptores accionados por eventos anteriores a mi llegada a este territorio...

¡¡No puedo permitirme perder lo que tengo!! No puedo permitirme ser expulsado del lugar que me hace feliz porque me volvería a encontrar nadando solo en un horizonte de agua. Donde los susurros se vuelven gritos, y donde las luces se vuelven sombras.
No creo que tenga fuerzas de volver a pasar por eso. Que llegado el momento; estoy seguro que; el espejismo que me mira de reojo, dejaría de ser un espejismo para ser una realidad de nuevo para rodearme con sus fríos brazos...

Si eso pasara, el velo que cubría mi felicidad antaño volvería a caer. Volvería a cubrirme con su negro manto y yo no podría hacer nada a pesar de haber peleado tanto tiempo por lo que me hacía feliz...

Le miraría a los ojos y le espetaría con tristeza y resignación:

"Tiempo ha que terminó la maldición..."

Y el espejismo me respondería:

"Y sin embargo aquí estás.
Nunca te fuiste..."




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sábado, 2 de noviembre de 2019

Creando VillaMerindias - Capítulo I


Hace cientos de años, estas tierras fueron baldías porque no residía el ser humano en las inmediaciones, ni existían los animales que pudieran aprovecharlas...

Tan solo el agua proveniente de la montaña las atravesaba, y hacía que fuera un lugar idóneo para asentarse. Por lo que los Primeros Creados de las tierras imperecederas desdencieron junto a los Primeros Nacidos para enseñarles a vivir de sus manos...
 

Los primeros edificios, modelados con mallas de arcilla y madera fueron acabados. Los residentes podían empezar a crear sus propias vidas, sus propias familias, sus propios dones y maldiones.

Y fue entonces cuando los Primeros Creados regresaron a sus tierras para dejar que la hegemonía de los Primeros Nacidos (o Ser Humano como se hacían llamar) fuera la que gobernara estas tierras...
 

Los años pasaron y los Primeros Nacidos continuaros edificando. Construían puentes para unir áreas y distintas familias entre si...
 

Construyeron caminos para hacer de los paseos en la villa algo digno de recordar al pasar por sus calles, y poder visitar a sus familiares y amigos en las cercanías...


Aunque durante décadas fueron felices y vivieron en paz, la armonía se acabó quebrando una vez el ser humano dominó el fuego. Herramienta muy valiosa y peligrosa en sus vidas.

Los Primeros Nacidos vieron su hora de la muerte en la Villa y sus descendientes les lloraron en un pequeño cementerio que construyeron al Noroeste de la misma...
 

A pesar de que tenían todo lo necesario para vivir, aún no eran felices. Sentían que los materiales que trabajaban debían provenir de algún lugar. Que las herramientas que poseían debían tener un origen.

Y a pesar de que la Villa fue creciendo en espectacularidad y en población, sentían que les faltaba ese conocimiento, ese Algo que no podían describir con palabras...
 

Y fue entonces cuando un rayo quebró el cielo. Y el estruendoso sonido de una Cámara Réflex provocó que se creara todo un mundo natural alrededor de la Villa de los descendientes de los Primeros Nacidos.

Todo iba por buen camino. Y fue entonces cuando la vegetación y los árboles crecieron alrededor del poblado aumentando la calided de VillaMerindias. (El nombre que los Primeros Nacidos quisieron darle al lugar, y que sus descendientes respetaron hasta el día hoy.)

Sin embargo, esta es otra historia...
Si quieren saber como continúa, esten atentos a las próximas publicaciones en este pequeño rinconcito...

La historia de VillaMerindias, CONTINUARÁ...



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miércoles, 21 de junio de 2017

Mereth e-nGilith - By Russell inspirado por fragmentos Tolkien



Arixa: "Camino más allá del bosque, donde la luz ilumina los senderos y los largos prados se extienden más allá del horizonte..."

Russell: "Llévame contigo, cuando cae la noche y estoy solo; sin ti a mi lado; muero un poquito más..."

Arixa: "En la noche, cuando el mundo desaparece, y los telones del día caen estrepitosamente, estarás a mi lado... Volando conmigo hasta los confines de las estrellas."

Russell: "A veces siento que vuelas muy lejos... Muy lejos de mi... Quiero estirar los brazos y alcanzarte, pero me es imposible y mis lágrimas nublan mi vista en pos de ver que te alejas más y más... Y no puedo gritar tu nombre porque se me pierde en la inmensidad."

Arixa: "Cuando el mundo caiga, cuando la oscuridad lo nuble todo, yo estaré a tu lado. Siente mi mano, seré tu guía a traves del río de lágrimas que recorreremos juntos. Cuando la luz blanca prenda nuestros corazones y nos ilumine, cuando llene el aire que nos rodea y subamos juntos en el firmamento, estaremos juntos por toda la eternidad que puede ser un suspiro."

Russell: "Siento cada melodia en tu voz. Cada caricia de tus manos. Cada luz en tus ojos. Cada segundo a tu lado estoy henchido de plenitud. La felicidad abarca mi triste corazón, y lo vuelve rico y saludable. Y cada momento feliz, restaura lo que muchos deshicieron y hace que pueda arrancarte sonrisas que realimenten la luz que me brindas. Como un bucle autosuficiente de cariño."

Arixa: "Cosi... Vuela conmigo. Toma mi mano y cierra los ojos mientras volamos hacia ese futuro que deseamos vivir juntos."

Russell: "Siosi... Cierro los ojos y me concentro en cada sensación que mi cuerpo tiene en contacto contigo. Eternamente tuyo..."

Arixa: "Vuelo contigo. Cierro los ojos. Eternamente tuya..."



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viernes, 26 de mayo de 2017

Mi adicción al silencio... A la calma... A ti... - By Russell


DURANTE LA MAÑANA...
Perder la adicción al silencio no es fácil cuando antaño te fundías con la nada, y hoy día tu sola presencia es mi todo. Tener la posibilidad de hablar de cualquier tema, o no hablar de nada fundiéndonos en sonrisas y miradas cómplices. Tener la posibilidad de abrazarnos a ese silencio mientras los latidos de tu corazón arrullan mis oídos. Dormir sintiéndote. Dormir amándote...

Y recordar como hubo un tiempo en el que no existía esta sensación más allá del anhelo incesante por conocerte. No saber cómo, ni en que momento vino este cambio; donde mis alegrías, mis fantasias a tu lado se hicieron más grandes que la soledad y la tristeza.

Hoy soy muy feliz a tu lado.
Hoy me siento pleno contigo.

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DURANTE LA TARDE...
Como cuando estás en la pozita, con la cabeza metida bajo el agua, escuchándo únicamente el sonido de tu respiración...
Como cuando penetras muy profundo, y te afanas a una roca del fondo. Solo estáis tú y ese sosiego.
Pero dura poco, ya que la necesidad vital de respirar golpea con fuerza tus fuerzas primigenias y debes emerger de nuevo al exterior, a pesar de negarte a deshacerte de esa placentera sensación.
Mi adicción al silencio, al sosiego viene de muy lejos. Y más aún cuando ello se funde con esa tranquilidad latente que te da el abrazo del agua calma.
Todavía no he salido a respirar y empiezo a notar los extertores y la presión craneal que me provoca la imperiosa necesidad de respirar. Siento los latidos de mi propio corazón, y soy consciente de absolutamente todos los rincones de mi cuerpo. Siento cada centímetro, cada célula... Y estas últimas me están diciendo que salga a respirar de una puñetera vez.
Antes de que entrases en mi vida me habría gustado resistirme y quedarme dentro del agua para siempre. Incluso a riesgo de que esa calma me matase.

Sin embargo hoy, amo lo que tengo dentro y fuera del agua. Así que sabiendo que me esperas en la superficie, me deslizo suavemente, respiro profundamente, y dejo que mis ojos absorban obnubilados cada rasgo, cada color, cada luz y brillo provenientes en tu mirada. Hay sonidos a mi alrededor. Pero la calma que tú me infieres es tan placentera como la que puedo encontrar bajo el agua.
Una vez recuperado el aire, de nuevo me sumerjo. Prometiéndome a mi mismo que a pesar de querer acariciar las piedras del fondo durante más tiempo y cerrar los ojos para sentir cada centímetro de mi mismo, volveré a subir para disfrutar de esa calma, de ese silencio que solo tú me das.

Hoy me siento feliz en ambos mundos, sin tener que sacrificar mi vida por atesorar esa calma que necesito para sobrevivir.


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DURANTE LA NOCHE...
Silencio... Eres mi silencio...
Admito mi absoluta adicción al silencio, por ello, calla, temo ser rebasado por el sonido.
Calla, mis fotos son mudas y con ellas hablo en silencio.
Calla, es de noche.
Calla, deja el rumor, el zumbido, el ruido para el día.
Calla, comienza a ceder el paso a lo inasible, lo onírico, el delirio...
El principio de la minuciosa locura de existir cuando tú callas, y comprender que existo para darle forma al silencio con mi cuerpo, con el tacto y la mirada. Con el inextinguible deseo de amarte y el inagotable afán de desearte cuando callamos.
Calma... Eres mi verdadera calma... 

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miércoles, 19 de abril de 2017

10 Viajes - By Russell

Por todo eso que te digo cada día...
Por todo eso que no te digo nunca...


Dedicado a la persona que dirijo todas y cada una de estas palabras acompañadas de fotografías.
El Puente

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Hubo un tiempo, en el que disfrutaba sobremanera dejando dormir el coche en el garaje, y dirigirme a la cafetería del puerto a desayunar tranquilamente en la terracita.
En ese tiempo, desconectaba del mundo mientras degustaba mi café con leche en vaso y mi bollo; y disfrutaba observando a la gente subir y bajar del Puente Colgante. La mayoría mirando el suelo con ojos atareados, otros enchufados a sus cascos, portando una mochila y la mirada perdida en el horizonte más cercano.
Y solo unos pocos...
Los más pequeños...
Disfrutaban realmente del viaje yendo de aquí para alla, mirando por las ventanas y alborotando felizmente mientras sobrevolaban el agua de la ría.

¿Por qué muchos perdieron ese don infantil en pos de una madurez aburrida? A mi edad, sigo siendo de esos niños que disfrutan de los pequeños detalles. Y ese Puente, ese viaje entre gaviotas, vehículos y gente preocupada por su día a día es un claro ejemplo de que muchos han perdido la facilidad para maravillarse con lo risible.

Por suerte o por desgracia podré seguir disfrutando tranquilamente de mi café con leche en vaso y mi bollo. Ya tendré luego 10 armoniosos minutos para disfrutar del transbordador, acompañado de gente que no conozco.


La barca

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¡Hoy hay mucha gente!
Y aunque he sido de los primeros en subir a bordo y sentarme, he tenido que ceder mi sitio a una anciana que diariamente cruza la barca para ir a por el pan. Parece ser que la educación hoy en día está carente de sentido en las nuevas generaciones.
No veo más que cabezas...
¡Oh no...!
Aquí está ella de nuevo. ¡Me estoy poniendo nervioso!
No sé su nombre, pero todos los días cruza la barca conmigo.
Y sin conocerla, me muero por poder hablar con ella...
Saber su nombre... Sus aficiones... Sus pensamientos del día a día...

¡Oh dios! Me ha mirado fijamente...
¡Que vergüenza! Me ha visto mirarla y no he podido evitar apartar la mirada.
Estoy tratando de mirarla por el rabillo del ojo... Y juraría que la he visto sonreír.

De hoy no pasa...
En cuanto atraquemos y la gente empiece a descender, voy a saludarla.
Eso es...
Voy a saludarla...
Aunque... ¿Y si me mira raro?
¿Y si la hago sentir incómoda?
...
...
Creo que voy a armarme de valor...
...
...
...otro día.
Cuando haya menos gente.
¡Hoy hay mucha gente!


La barca II

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Siento el calor en todas y cada una de tus caricias...
Siento el olor del mar y el interés de todas nuestras pesquisas...
Siento el recuerdo de aquella primera vez que me atreví a decirte "hola"...
y como la barca se detuvo en el momento que me regalaste tu perinola.

"Todo a nuestro alrededor gira sin cesar..." me dijiste convencida.
"...más es nuestra obligación disfrutar sin que la tristeza sea cabida."

Cortado en aquella barca me quedé, a pesar de que en tu mirada ganado tenía tu interés,
y cuando a tierra nos bajamos, la conversación continuamos...
Continuamos hablando de la vida y la perinola dando vueltas,
y acabamos escuchando una banda sonora compuesta de canciones celtas.

El tiempo pasó y pasó, y en nuestra vida, una pequeña barquita amarró.
Quizás no fuere la más lujosa, pero fue la que más momentos bonitos nos regaló.

Ahora mismo deseo decirte sin dejar de mirarte a los ojos, a los labios:
"Todo lo que necesito en esta vida y quiero, en esta barca lo atesoro.
Más no puedo marearme con el viaje, si tú a mi lado estás cada vez que me incorporo.
Y si el horizonte que nos acompaña, sigue brillando con un firmamento tan estelar,
cualquier dibujo que nos imaginemos en él, para nuestro futuro habrá de quedar.
Te quiero mucho mi amor, en el más alto porcentaje...
Tanto que no puedo evitar mandarte este mensaje.
Por favor, nunca dejes de sorprenderme tanto como a diario lo haces,
porque nunca sabes cuando necesitaré de tus sonrisas como brebajes."

El silencio se hace en la barca, y la noche espléndidamente silenciosa se desata...
Asi que ya va siendo hora de volver a la comarca... ¡¡corre, corre, bulliciosa e insensata!!


El Autobús

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Todos los días me siento en este autobús. Todos los días me acompaña mi libreta de ideas y apuntes. Y aunque muchas veces no suelo sacarla de la riñonera, hay días que tengo esa necesidad. Y es con ella que me imagino la vida de todos y cada uno de los pasajeros que se suben al mismo vehículo en el que yo me dirijo a trabajar.
Está la chica que se sube en la zona más alta de Bilbao, y desciende con el autobús hasta los edificios nuevos de la zona de San Mamés. Siempre me he preguntado hacia donde se dirigirá.
Está el anciano silencioso que se monta siempre en la última parada del bus donde yo espero los 5-10 minutos de rigor a que inicie de nuevo su viaje, y el cúal tiene una mirada triste.
Está la joven madre que va con sus dos hijos al colegio. Y que cada dos por tres tiene que imponer orden a sus vástagos porque son un poco alborotadores.
Y luego está la joven pareja acaramelada. Que sin llegar a ser incómodos de ver, me provocan la mayor de las curiosidades porque son los que más luz y color arrojan a este vehículo de miradas grises y corazones apagados en la rutina.
¿Van juntos a trabajar?
¿Donde y como se conocieron? 
¿Cuanto tiempo llevan juntos?
¿Qué es lo que se han dicho que se han hecho reír?
¿Que le dice él a ella cuando la abraza?
¿O cuando acerca su rostro al suyo, le sujeta la mejilla suavemente con la mano y cierra los ojos?

Me muero por conocer su historia de verdad. Y sin embargo solo puedo más que imaginarla a través de mis dedos, y plasmarla ficticiamente aquí en mi libreta.

Mañana será otro día, intentaré acercarme un poco más moviéndome de asiento. Necesito sentir aunque sea un atisbo mínimo de esa felicidad que irradian esos dos. Hoy mientras tanto, seguiré imaginando la vida que tienen todos y cada uno de los pasajeros que me acompañan en este viaje diario.


El túnel

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El recorrido es largo... Es solitario... Deprimente y desafiante por doquier.
Si no tengo cuidado puedo llegar a perderme para siempre. Así que tengo que andarme con ojo, que no cojo. Y por encima de todo, he de ser fuerte pase lo que pase y el tiempo que pase.

Pero este túnel no tiene fin. Y cada día que pasa tengo menos energía para afrontarlo en solitario. Y cuando aparece alguien que podría compartir mi camino en pos de alcanzar aquella lejana luz, y llegar juntos a la superficie, descubro tras un tiempo que solo le interesaba aprovechar las cosas buenas que porto conmigo.
Así que cuando quiero darme cuenta, estoy de nuevo solo en esta oscuridad. Gastando luces químicas por doquier parte del camino, y racionando mis cada vez más agotados suministros.

Tengo sueño...
No quiero levantarme de nuevo...
La luz escapa de mi, no consigo alcanzarla y esto parece el Tormento de Tántalo.
¡Que alguien me ayude! ¡Por favor! ¡Ayuda!

Sigue pasando el tiempo, y cada día recorro menos camino. Cada día me cuesta más cargar con los cada vez menos suministros que porto conmigo. Y la luz sigue estando allí al fondo.
¡¡HIJA DE P*T*!!

Estoy empezando a perder la cordura...
Estoy empezando a perderme como ser único que transita este aciago recorrido.
Y estoy empezando a convertirme en un igual a todas esas personas cínicas que justifican sus buenos o sus malos actos con frases chorras de las pintadas en las intersecciones personales de esta oscuridad.

Estoy perdiendo toda esperanza ya. Perdiendo cada día un poquito más de mi propio ser. Perdiendo las ideas, motivaciones y convicciones personales que me hacen ser la persona que soy. Y todo ello porque transito como ser independiente, un oscuro túnel apagado por los miedos, indiferencias, arrogancias e inseguridades de las demás personas que lejos de valorar a alguien distinto a ellos, lo rechazan por temor a...

No quiero convertirme en alguien como esa gente... Debo soportar este tormento y alcanzar la luz tal como soy...

Y sin embargo, cuando ya se me ha desvanecido toda esperanza. Una inesperada compañía aparece para; de corazón; compartir el camino junto a mi. Alcanzar la luz juntos, y ¿quien sabe? Quizás forjar una vida más allá de las oscuridades de los demás...


El suelo mecánico (El túnel II)

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Hasta que ella llegó al túnel, sentía que había perdido el rumbo...
Hasta que ella llegó al túnel, no sentí renovada mi energía para tenerla tal y como la había conservado hasta mi entrada en esta oscuridad.

Ahora mismo ella camina a mi lado. Se preocupa por mi. Me preocupo por ella. Mucha gente que oscurece este túnel dicen convencidos de sí mismos que: "Estas sensaciones en las compañías para compartir un recorrido concreto duran químicamente 3 meses."
Y sin embargo, llevaré cerca de dos años recorriendo este túnel día a día con ella, y cada día que pasa, esa supuesta "química" es más intensa que el día anterior.

Lo tengo claro...
No es como luchar contra la oscuridad, sino como iluminarla de la mejor manera posible en la mejor compañía posible. Y yo creo que ya he encontrado a mi compañera de viaje. Ilumina la estancia de una manera que no es normal, y me da la energía suficiente que necesito para tirar y avanzar incluso por los dos en determiados momentos.

¿Sabéis esa sensación de un espeleológo que se queda atrapado en una cueva, no tiene ninguna luz y de pronto, cuando menos lo espera se encuentra unas escaleras mecánicas y un suelo mecánico que lo lleva a la salida de la cueva?
Ni tú ni nadie sabe qué sensación es esa, pero de seguro que llegó "cuando menos lo esperaba" y llegó para quedarse.

Ahora solo queda alcanzar la luz, que cada vez está más cerca, y es genial ir hacia ella entre carcajadas y sensaciones de cariño correspondido con mi compañía. Más aún, sabiendo que me ha salvado de morir apagado aquí perdiendo mi total identidad y que compartimos juntos el camino.

¡Ahí os quedáis! ¡Turbios! ¡Que sois unos turbios! ¡Nosotros nos piramos de esta cueva a forjar nuestra propia historia!


El metro

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El muchacho miraba por las ventanas del vagón impaciente porque este emergiera a la superficie. Ya que cada vez que aquello sucedía, y los rayos del sol iluminaban su rostro, una sensación de plenitud recorrían cada vena, cada rincón de su cuerpo y cada vello de su piel.
Tras un tiempo, volvería a verla. Y el viaje en el metro se le hacía particularmente largo. Era una ley "Directamente Proporcional". Cuantas más ganas tuviera de abrazarla, más largo se le hacía el recorrido.

Inclusive si el vehículo aún transitaba bajo tierra, el joven evadía su mente hacia parajes más verdes y alejados del mundanal ruido de la ciudad, simplemente cerrando los ojos y respirando profundamente. Y en todas y cada una de esas fantasías, se imaginaba al lado de su amada. Tumbados en un prado, disfrutando del cielo azul, el arrullo de la hierba, y el sonido del río en la lejanía. Sin tecnología en ese momento, sin dispositivos móviles cerca que incordiaran ese momento de relax. Momentos en los que una buena lumbre, y una buena cena al cobijo de la misma, fueran el verdadero significado de la felicidad en pareja. Un anochecer, un amanecer, un atardecer bañándose en las frescas aguas del río, sinónimos de que todo en la vida está donde debe estar y nada más importa.

Todo podía ser y será perfecto algún día. Mientras tanto el joven transitaba bajo tierra en un vehículo de varios vagones, y cuando abrió los ojos y volvío a la realidad, las mismas caras le acompañaban en el viaje.
¡¡Que largo se estaba haciendo el viaje!!


Las vías

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La oscuridad lo cernía todo.
El cuerpo inmóvil del muchacho yacía sobre las anchas vías.
Desconocía el horario nocturno de los trenes y solo quería que parase. De algún modo solo quería que se detuviese, y había llegado hasta tal punto de desesperación que cualquier cosa que le rozase le hacía acariciar la locura.

Las estrellas en el cielo se veían increíbles. Había escogido una noche despejada sin premeditarlo, y puesto que el sitio sí que lo era; un lugar sin iluminación eléctrica; todo se veía mucho más claro en la vía láctea.
Su mente empezó a distraerse de su entorno y se concentró en ese oscuro mundo de azules y negros, hasta que, inesperadamente, vio una estrella fugaz cruzar el cielo de horizonte a horizonte. Y una dulce voz le susurró a los oídos oídos:
"Las estrellas brillan más cuando la oscuridad es más poderosa a nuestro alrededor... No te apagues... Levántate... Yo brillaré para ti..."

Y sin saber el como y el porqué cesó. De pronto cesó.
Había estado años sucumbiendo en ese punto, y esa noche cesó.

Los siguientes días...
...meses...
...años, recuperó toda la energía que había estado perdiendo.


El tren

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Lo que más disfruto cuando voy en un tren, es cruzar un túnel. Ya que esto me permite ver el reflejo de mi zona y puedo ver con más disimulo lo que está haciendo ella a mi lado.

Le gusta que la mire. Y a pesar de que nuestras manos no se sueltan en ningún momento, el mirarla usando los reflejos me gusta especialmente a mi.

Quizás no por el hecho de verla solamente. Sino verme a mi a su lado. Viendo lo mucho que casamos como pareja, y la sonrisa tímida que sigue teniendo a pesar del tiempo transcurrido.

Esta es nuestra estación. Nos toca bajarnos. Aprovecharé entonces el reflejo del ascensor para verme de nuevo junto a ella. O quizás prefiera aprovechar; ya que nadie más que nosotros vamos a subir; para rodearla con mis brazos, mirarla a los ojos mientras nos sonreimos y volver a sentir esa sensación que sigo sintiendo desde el primer día.

¿Quien sabe lo que haré? Es lo bueno del día a día. Que tienes la oportunidad de decidir ir variando, o ser un clásico.


El tranvía

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Las farolas pasan suavemente a mi lado. Parecen correr en dirección contraria al transitar del tranvía.

Estoy yendo a buscarte. Quiero verte ya. Necesito estar cerca de ti...Tan mimoso y moñas como siempre. Y que tú me correspondas como nunca nadie lo ha hecho hasta ahora. Comtemplarte maravillado de nuevo. Tus ojos..., tu nariz..., tus labios...
Tus dulces labios...
Quiero tenerlos tan cerquita que sienta su calor apenas a un milímetro de ellos, sin haber contactado. Adivinar el siguiente instante de ese beso que se inicia apenas rozando mis labios con los tuyos.

Cuando el aroma de tu piel; aún no identificado entre perfumes, jabones o toallitas húmedas; me invada de tal manera que me haga desear besarte más profundamente. Tierna y calida, pero a la vez intensa y profundamente...
Pero no creo que lo haga...
En cuanto el tranvía se detenga y te espere a que salgas, acercaré mis labios suavemente y dejaré que seas tú la que de el paso final y poses tu labios sobre los mios. Que sintamos el frágil tacto de nuestras pieles. Y al abrir la boca sentir la húmeda y caliente caricia de tu lengua mecida sobre la mía...

¡Hummm! Ese sabor entre gominolas, chocolate... O incluso ese dulce frescor tras haber bebido un refresco...

Vivir mil vidas en uno de nuestros besos, y separarnos para mirarnos a los ojos y sentir a pesar de todo que el día se nos ha hecho corto a pesar del cansancio que arrastramos.

Las farolas siguen pasando suavemente, y el tranvía está llegando a la siguiente estación.

Quiero verte ya...



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lunes, 26 de septiembre de 2016

¿Qué es lo que me rodea? By Russell

- ¿Qué es lo que me rodea?
- Una luz...
- ¿Quién soy?
- No lo sé...

- ¿Qué es lo que me rodea?
- Una luz te he dicho, ¡no lo sé!
- ¿Quién soy?
- ¡Que no lo sé!

- ¿Qué es lo que me rodea?

- ¡BASTA YA!


El grito se escuchó de manera sorda por toda la habitación. Sin retumbar por ninguna de las esquinas pero a su vez cubriéndolo todo con su manto. El joven se despertó con su propia voz, con la mano dolorida de haber golpeado la pared del sobresalto. No recordaba nada. Solo un grito... Una voz.... Un grito propio y una tenue voz ajena que no conseguía recordar claramente.

Se incorporó sobre la cama y sintió agitado su corazón. Como si hubiera corrido, como si hubiera estado en suma tensión instantes atrás. Sin saber el porqué de lo que le acontecía se sujetó el pecho con la mano izquierda mientras fuertemente se sujetaba la cabeza por la frente con la mano derecha. Tenía la respiración acelerada y no se encontraba demasiado bien.

Durante unos instantes permaneció así... Inmóvil. Agitado pero inmóvil mientras dejaba que su corazón recobrara su funcionamiento normal de reposo. Y una vez lo hubo recuperado se levantó de la cama, se calzó y se dirigió a la cocina a observar el nocturno paisaje por el balcón.

Olvidaba algo. No sabía el que, pero había algo importante que olvidaba. Y por más que le daba vueltas no conseguía recordarlo.

- ¿Quién soy? -Susurró de pronto dejando marcado el vaho sobre el cristal de la puerta.

Durante un par de minutos no hubo movimiento, pero de pronto una congoja empezó a bullir de su interior y una mueca de puchero comenzó a revertir el rostro de desconcierto por un rostro de tristeza y preocupación. Hasta que comenzó a llorar como un bebé sin saber la razón para ello. Solo necesitaba llorar, pero su mente aún mantenía la fortaleza erguida en su campo temporal que le impedía acceder al sueño registrado.
Las lágrimas empaparon el rostro del joven, y la visión se tornó increíblemente borrosa para el paisaje que lo rodeaba frente a su balcón. La humedad llegó hasta el pecho empapando del mismo modo la camiseta del pijama.

Durante un rato largo y tendido la mente del muchacho desahogó las tensiones gracias a aquellas lágrimas acompañadas de sentimientos de melancolía provocados por imágenes fugaces del sueño que acababa de tener y no era capaz de visualizar por completo.

- ¿Qué es lo que me rodea? -Volvió a susurrar con los ojos desbordados en salino.

Su cuerpo entumecido por los sentimientos empezó a responderle hasta dirigirlo al cuarto de baño. Y ahí, aprovechó para lavarse la cara y despejarse lo que pudo. Y cuando hubo terminado, echó una última mirada a sus pupilas marrones y un pequeño flash rápido como un relámpago atravesó su mente con una imagen.

Unos ojos...
Unos intensos ojos marrones le miraban fijamente mientras escuchaba lejanamente en el tumulto:

- ¿Qué es lo que me rodea? ¿Quién soy?

Algo había sucedido, algo no iba bien, algo de lo que lo rodeaba no estaba en su sitio y tenía que descubrir el qué antes de empezar a agobiarse por las incógnitas que lo estaban ahogando en preocupaciones.
¿Pero por donde empezar? La casa parecía en orden.... Todo estaba en su sitio... Los champús en el baño, colocados en su estante. Las camisas colgadas en el armario, cada una con su percha. Las películas en su carpeta, cada una con su título.
El joven nervioso comenzó a dar vueltas por la casa. Tenía que visitar cada rincón de cada habitación. Cada detalle, cada esquina que pudiera olfatear u observar, sería observada desde luego. Sin dejar nada al azar ni a lo hipotético.
Las películas seguían estando en sus carpetas. Los libros en sus estantes. Las pilas en los cajones. Y la linterna en su sitio. ¡Espera un momento! ¿La linterna?
Tras observarla unos instantes desde todos los ángulos, se dio cuenta que no llevaba pilas. No sabía el porqué, pero algo en su interior le decía que la linterna era importante. Así que volvió a los cajones del salón para sacar 2 pilas que alimentaran la misma. Cuando estuvieron puestas la encendió y una luz led de color blanco roto se añadió a la luz del salón. Y de pronto:

- ¿No debería estar aquí? ¿Qué es lo que me rodea? ¿Quién soy?

El joven volvió a despertar tras ese fogonazo. Estaba desmayado en el suelo y no recordaba el haberse desmayado. Solo que había encendido la linterna, que seguía encendida en el suelo.
Estiró la mano para cogerla y la apagó. Pero tan pronto se incorporó, decidió potenciar esa última visión apagando la luz del salón y quedándose a oscuras. Volvió a encender de nuevo la linterna y esa luz blanca invadió la estancia con un círculo perfecto allá donde era enfocada. Durante unos segundos el joven no hizo nada. Y nada sucedió.
Así que ante esa tesitura comenzó a moverse lentamente hacia su derecha hasta que la luz iluminó las puertas cristaleras que separaban el salón de la cocina. Y en ese instante vio una silueta en el cristal que lo sobresaltó.
Parpadeo en décimas de segundo y la silueta desapareció, pero fue el tiempo suficiente para escuchar una voz en su cabeza que le preguntaba:

- ¿No debería estar aquí?

Por mucho que intentara volver a verla, la silueta no volvería aparecer en la cristalera, pero una boca ajena se acercó a su oreja derecha y le grito:

- ¡¡¿NO DEBERÍA ESTAR AQUÍIIIIIIII?!!


El muchacho asustado se dio la vuelta para enfocar al sujeto con la linterna, pero no había nadie. Del sobresalto y el giro brusco que había dado, se tropezó con la mesa de cristal del salón y cayó sobre ella quebrándola en mil pedazos, golpeándose la cabeza contra el suelo e hiriéndose las piernas gracias al pantalón corto del pijama que llevaba. Perdió la consciencia...

- ¿Qué es lo que me rodea?
- ¿Quién eres?
- ¿Quién soy?
- Déjate de juegos, ¿quién eres?
- ¿No debería estar aquí?
- ¿Por qué me estás siguiendo?
- Me estás siguiendo tú a mi...
- ¡Gracias! Por fin una frase sin pregunta...
- ¿Qué es lo que me rodea?
- Hay algún detalle que se me escapa... Hay algo que me despista...
- Los detalles podemos iluminarlos para descubrir su verdad...
- Espera, ¿que?
- ¿Qué es lo que me rodea? ¿Quién soy?
- ¿La linterna?
- ¿Qué es lo que me rodea? ¿Quién soy?
- La linterna la tengo aquí en mi mano... ¿Quién eres? Si la enciendo...
- ¿Qué es lo que me rodea? ¿Quién soy?
- Si la enciendo y te enfoco...
- ¿Qué es lo que me rodea? ¿Quién soy?

- Si la enciendo y te enfoco... Espera un poco, eso que te rodea, ¿es fuego?... Espera no... No es fuego...
- ¿Qué es lo que me rodea? ¿Quién soy?
- Es una especie de energía luminosa...
- ¿Qué es lo que me rodea? ¿Quién soy?
- ¡¡Cállate ya por favor!!
- ¿Qué es lo que me rodea? ¿Quién soy?
- ¡¡CÁLLATE YAAAA!!


El joven se despertó entre dolores... Le dolía fuertemente la cabeza, y no podía moverse. Las piernas las tenía entumecidas y la sangre había empapado los cientos de cristales que lo rodeaban. La linterna había caído a metro y medio de él y seguía encendida. Solo que ahora enfocaba la pata de un sillón y el joven no podía darle alcance.

Intentó moverse, pero los cortes de las piernas; sobretodo el gran tajo de una de ellas; y la clara desorientación por el golpe no le facilitaban las cosas. Cuando consiguió girar su cuerpo pudo empezar a arrastrarse. La linterna era la clave, la respuesta a sus problemas, pero en contra, su mayor preocupación era alcanzar el teléfono fijo que colgaba sobre la pared. Ya que tenía que llamar a una ambulancia para dar parte de su situación y el móvil estaba en el dormitorio, bastante más alejado que el fijo del domicilio. Estaba solo en casa, y posiblemente la situación no cambiaría incluso si su vida corriera peligro como ahora. Así que el teléfono fijo era lo primordial.

Los dolores eran terribles y cada vez se sentía más mareado por la pérdida de sangre. Así que sin dudarlo, antes de desmayarse prefirió hacer lo que había visto en tantas pelis. Se quitó la camiseta para usarla como torniquete en la pierna en la que había tenido la tan brutal laceración.

Una vez realizado, a duras penas continuó arrastrándose para dar alcance a la pared donde descansaba el teléfono. Y cuando tocó la pared, el escenario cambió de pronto y se vio a si mismo sujetando el rostro de una mujer con ambas manos. Mientras la mano derecha acariciaba y sujetaba con ternura su lado izquierdo; y su rostro estaba pegado a la mejilla de ella.

- Sigo sin saber quién eres, ¿esto es significativo? ¿O solo es un sueño que cambia de dirección?
- Creo que depende... ¿que es lo que más anhelas? ¿Qué vas a hacer con eso?
- ¿La linterna? No lo sé...
- Si no lo sabes, yo tampoco. ¿Qué es lo que me rodea? ¿Quién soy?
- No por favor, otra vez no...


Volvió a despertar mareado. Se había pseudodesmayado a causa del mareo, pero aún seguía consciente. Tenía el teléfono a un metro escaso sobre él, pero alcanzarlo requeriría ponerse de pie sobre sus magulladas piernas. El dolor era tan insoportable que el mareo iba acrecentándose cada segundo. No sabía en qué momento podía volver a desmayarse, pero necesitaba pedir ayuda, o alguna de esas vueltas de consciencia podría ser la última.

Aunó valor...
Respiró hondo...
Y clavó sus propios brazos en el suelo para ayudarse de ellos para plantar los pies en el suelo y hacer el impulso de levantarse. La herida de la pierna le dolía horrores y el hecho de doblarla para darse el impulso no hacía más que mostrar el interior de la carne lacerada. Era más que posible que pronto tuviera una infección grave en ella.

Una vez en pie y a medio metro escaso del teléfono fijo delante de él, pudo estirar la mano para descolgar el auricular, y con la otra marcar el 112 para pedir ayuda.
El teléfono daba tono.

1...
1...
2...


Y tras un par de tonos de llamada una voz femenina se escuchó al otro lado:

- Emergencias, ¿dígame?
- Oiga... Ejem... Oiga... Necesito una ambulancia por favor... Me he caído sobre una mesa de cristal y me he hecho un gravísimo corte en las piernas. Me he hecho un torniquete pero estoy perdiendo mucha sangre
- De acuerdo, mandaremos una ambulancia, ¿me puede dar la dirección por favor?
- Sí... Sí... La dirección es... es... ...
- ¿Sí? Dígame...
- La dirección es...
- ¿Se encuentra ahí?
- No puedo recordarlo... Estoy muy mal, por favor ayúdenme...
- No podré ayudarle si no me da la dirección...
- No... Dirección... No...


El joven se desplomó sobre el sillón que tenía detrás mientras el auricular quedó colgando con la persona hablando al otro lado. Estaba tan mareado que apenas podía moverse y hacía minutos que tenía que haberse desmayado del todo. La pérdida de sangre era muy evidente y una persona normal habría muerto hacía rato ya.

- No... Algo se me escapaaa... -Susurró el muchacho mientras su cabeza se ladeaba al auricular...
- Sí... Se te escapa algo... -Dijo de pronto la voz del teléfono...

El joven reaccionó ante esa frase y se incorporó para alcanzar el auricular que aún botaba sobre su cable con forma de muelle.

- ¿Qué... ha dicho? -Preguntó con un hilillo de voz..
- ¡Ah! Sigue ahí, menos mal... Estoy localizando la dirección de su domicilio gracias al número de teléfono por el que llama. Manténgase conmigo por favor... Trate de seguir consciente...
- Sí... Eso intento...
- Dígame... ¿Qué es lo que me rodea?


El joven se paralizó cuando escuchó aquello, y tras unos segundos respondió:

- ¿Qué acaba de decir?
- Le pregunto que, ¿qué es lo que le rodea? ¿Ve algo por la calle?
- ¿Está jugando conmigo?
- Señor, es importante que me diga en la medida de lo posible qué es lo que ve en la calle... Alguien a quien pedir ayuda, a través de alguna ventana quizá... ¿Tiene alguna ventana cerca?


Tenía una ventana detrás suyo, pero se sentía tan dolorido que darse la vuelta e incorporarse para mirar a través de ella le iba a resultar bastante agónico.
Sin embargo, volvió a aunar energías y de un movimiento seco, giró casi 90 grados el sillón hacia la ventana. Y cuando sujetó las cortinas para apartarlas y mirar por los cristales, descubrió que en vez de el paisaje habitual que rodeaba su domicilio, ahora había una sólida pared de ladrillo macizo que bloqueaba toda visión del exterior. Si hubiese alguno.

- ¿Qué? ¿Que es esto? ¿Qué está sucediendo? ¿Estoy encerrado?

Asustado por el descubrimiento el joven buscó con la mirada la siguiente ventana que tenía a la vista; que en este caso era la puerta del balcón; y descubrió que ahí tampoco había salida al exterior a pesar de que un rato antes disfrutara del paisaje nocturno. Una sólida pared de ladrillo tapiaba el marco de la puerta.

- ¿Que está pasando aquí?
- ¿Qué es lo que le rodea? ¿Quien es usted?
-Dijo de pronto la voz del auricular...
- ¡VALE YA DE JUEGOS!
- ¿Qué es lo que le rodea? ¿Quien es usted?
- ¡BASTA, BASTA POR FAVOR!


El muchacho pisó accidentalmente la linterna que aún yacía en el suelo iluminando la pata del sillón donde había caído desplomado. Se agachó para recogerla mientras lentamente observaba la sangre que aún salía de sus heridas en ambas piernas.

- Necesito... ayuda... por favor...
- Estoy intentando ayudarle... Dígame... ¿Qué es lo que le rodea?
- ¡Qué quieres de miiiiiii! ¡QUE COÑO QUIERES DE MI! -Gritó de pronto el joven rompiendo todos los cristales del domicilio en una gran explosión que cubrió toda la estancia de fragmentos en el aire...


Efecto que provocó que la linterna que sujetaba el muchacho enfocara esos miles de cristales que estaban suspendidos. Todo se detuvo, y la luz de la linterna se reflejaba en todas las esquirlas que iban lentamente cayendo al suelo a cámara ultra lenta. La luz formo una proyección con forma de mujer. Una luz que se iba acercando hasta el muchacho. Hasta que estuvo lo suficientemente cerca para susurrar al mismo tiempo que la voz de emergencias del auricular:

- ¿Qué es lo que me rodea?

Se hizo un silencio, los cristales seguían en el aire inmóviles, y la silueta iluminada de la mujer seguía frente al muchacho que no decía nada...

- ¿Qué es lo que me rodea?
- Te rodea...
-Respondió cada vez más perdido el muchacho- ...te rodean cristales...
- ¿Sí?
- No. Espera... Te rodea... Una especie de luz... Como un campo de energía a tu alrededor...
- ¿Sí?
- Sí... Un campo de energía luminoso... Una especie de...


El muchacho bajó unos segundos la cabeza. Iba a desmayarse definitivamente, pero de pronto se iluminó su mente y susurró:

- Aura... Una especie de aura...
- ¿Quién soy?


El muchacho quedó en silencio de nuevo... Todos los cristales del piso que estaban suspendidos en el aire volvieron a formarse en puertas y ventanas como si nada hubiera sucedido. Salvo la mesa que seguía rota en cientos de pedazos ensangrentados...

- ¿Qué es lo que me rodea?
- Aura...
-Susurró de nuevo completamente blanco.
- ¿Quién soy?
- Eres... Eres... Eres Laura... -El muchacho cayó desplomado golpeándose la cabeza de nuevo contra el suelo.


La linterna que sujetaba en sus manos se deslizó y rodó. Y tan pronto tocó una pared, la luz que emanaba se intensificó hasta cubrirlo todo de luz blanca y explotó, el atronador sonido de la explosión despertó al joven.

- ¡Lauraaaaa! -Exclamó mientras se incorporaba acongojado y sudando de la cama.
- ¡Joder! ¡Que susto me has dado! -Exclamó ella que dormía a su lado.

El muchacho estaba acelerado y asustado. Tenía el cuerpo entero empapado en sudor y aún sentía dolorida la pierna que se había lacerado en el sueño a pesar de no tener ninguna herida.

- Ha sido... Una pesadilla...

La muchacha se incorporó y abrazó al joven. Tenía la respiración tan acelerada que pareciera que hubiese corrido los 1000 metros lisos. Y esto la asustó un poco.

- ¿Estás bien?
- No lo sé...
- Ya ha pasado cariño.
-Susurraba ella mientras abrazaba y acariciaba el pelo del joven mientras tenía la cabeza sobre su pecho.- Tranquilo... Sssshhhhh... Ya ha pasado...

El joven giró la cabeza para mirar a los ojos a su pareja. Gracias a los pequeños rayos de sol que se filtraban por las rendijas de las persianas pudo verle la mirada...
Esa intensa mirada de ojos marrones...
Esa intensa mirada de ojos marrones había hecho acto de presencia en su sueño...

- Creo que he soñado contigo...
- ¡Ah... Muy bien...!
-Rió la joven.- ¿Y ha sido una pesadilla que te ha hecho despertarte así? Entiendo...
- Creo que sí, pero tú me has sacado de ella...
- ¿En ese plan? ¿En plan de "ahora voy te saco de la pesadilla"?

La muchacha apretó un poco más la cabeza de su pareja sobre su pecho, y este se sintió arropado como nunca antes.

- Laura...
- Dime...
- Gracias...
- ¿Por?
- No lo sé... Pero gracias.
- ¡Anda, anda! Ven aquí y trata de dormirte... ¡Joder que susto me has dado!
- Lo siento...
- Aishhh, cielo... ¡Que sustos me das!


Durante un rato largo el muchacho sintió los latidos del corazón de ella, meciendo sus oídos. La respiración y las caricias de ella le hacían sentir en casa. Se sentía pleno.

- Cariño... -Dijo ella suavemente cuando empezó a dormírsele el brazo que rodeaba al joven.
- Dime...
- ¿Seguimos durmiendo?
- No, espera. Solo un rato más...


La joven sonrió y apretó fuertemente en el abrazo al muchacho, mientras respondía:

- Siempre vamos a querer estar así un rato más...
- Ya... Pero no puedo evitarlo...
- Es lo bueno de vivir juntos. Que vamos a poder disfrutar de muchos ratos más...


Tras la reflexión, ella volvió a quedarse traspuesta y él pudo levantarse de la cama sin que ella reparase en ello. Avanzó por las habitaciones del piso que compartían juntos y acabó llegando a la ventana del salón donde levantó la persiana para ver el exterior.
La luz del sol se filtraba sin frenos y el parque que tenía delante radiaba un color verde de lo más fresco y delicioso posible para ser percibido por aquellos ojos que rebosaban plenitud. Durante un rato largo permaneció inmóvil mirando por la ventana, disfrutando de cada rayo de sol, cada sombra dibujada por los árboles, cada persona paseando por la calle...
Y fue entonces cuando ella apareció detrás del joven y le rodeó con sus brazos desde la espalda mientras le preguntaba:

- Cielo, ¿de verdad que estás bien?


El joven sonrió sinceramente, respiró hondo llenando de satisfacción su cuerpo, se dio la vuelta para abrazarla y mirar de frente a su pareja y la respondió:

- Nunca he estado mejor cariño. De verdad te lo digo. Nunca lo he estado.

Y se fundieron en un largo abrazo justo antes de ponerse a desayunar juntos.




  FIN
Porque encontrar el lugar donde quieres estar
es la clave de la felicidad. Y si además es mutuamente
compartido, no se puede pedir más.



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