PULSA AQUÍ para leer una entrada ALEATORIA.

domingo, 7 de marzo de 2021

El Cochecito de Feria - By Russell

Esta es la historia de un Cochecito...
 
Como tal, este tenía motor, 4 ruedas, 2 pedales (acelerador integrado en su cuerpo y un freno anclado al lugar donde se encontraba), un espacioso capó y vivía su vida al ralentí dando vueltas en un TioVivo. La gente miraba el Cochecito y le generaba buen rollo. Daban por hecho que era lo que ahí se encontraba, que era tal como lo veían. Pero la magia de lo desconocido nos dice que siempre hay más de lo que vemos en un primer vistazo. No importaba, a nadie le importaba esto; el TioVivo daba vueltas, y el Cochecito se movía con él.
 
Y así pasaban los días, mientras el TioVivo girara, la vida para el Cochecito era suficiente.
 
Sin embargo, había veces que en los momentos de calma en los que el TioVivo estaba detenido y las luces de la feria apagadas, el corazón del Cochecito le gritaba que "podía descubrir más..., podía ver más..., podía visitar más lugares si salía a dar una vuelta por cuenta propia..."
 
Y dicho y hecho...
 
Un día el Cochecito se armó de valor y decidió salir a explorar. Atrás dejó el hueco vacío en el TioVivo y el pedal de freno que lo anclaba a él.
 
El Cochecito se sentía extraño. Todo era una nueva perspectiva para él. Por lo que, sin muchos riesgos, empezó a moverse despacito. Sus ruedas giraban lentamente y el Cochecito se movía en la dirección que marcara con su delantera. Si quería girar a la derecha solo tenía que girar las ruedas delanteras a la derecha. Si quería ir a la izquierda hacía lo propio con ellas...
 
¡¡Que bonito era el paisaje nocturno!!
 
Por primera vez descubrió lo que había al girar la esquina de la calle en la que había estado los últimos años con el TioVivo y, ¡¡simplemente era maravilloso!!
 
Las luces de las farolas anaranjando levemente las paredes azuladas de los edificios, los lejanos grillos haciendo ruido en las zonas verdes… Zonas verdes tan distintas a los edificios construidos por la mano del ser humano. Todo era maravilloso para el Cochecito, todo salvo el cielo oscuro. Le daba miedo mirarlo porque desde que tenía memoria lo único que veía al mirar arriba, era el techo con luces de colores del TioVivo decoradas con unas caricaturas deformes de los dibujos animados, cómics y películas del momento.
 
A pesar de su miedo a ese infinito cielo nocturno, le podía más la curiosidad y el disfrute por recorrer las calles. Cada calle, cada badén, cada paso de cebra, era todo un descubrimiento que atesoraba como oro en paño en su memoria. La noche estaba siendo magistral.
 
Incluso le resultaban curiosas esas señales metálicas redondas con un círculo rojo sobre fondo blanco y unos números en negro. No sabía lo que significaban pero con el tiempo durante esa primera excursión acabó descubriendo que eran límites de velocidad.
 
¡Bueno! ¡Pero que atrevido es el ser humano! ¿A él le iban a decir a que velocidad podía moverse por las calles? ¡¡Habrase visto!!
 
Esa señal y su razón de ser le habían molestado. Y el hecho de encontrarse varias en distintas calles principales de la ciudad le incomodaba cada vez más.
 
¿Que pasaría si excediera esas velocidades? ¿Alguien le diría algo? ¿Le llevarían de vuelta para anclarlo al TioVivo?
 
Por un momento se sintió vigilado, observado. Como si alguien tuviera excelso tiempo que perder en mirar lo que estaba haciendo aquel Cochecito explorando la ciudad fuera de su TioVivo.
 
¡Claro, la gente no tiene más huevos que freír, ¿verdad? Pero eso lo sabemos tú; mi querido lector; y yo. El Cochecito en ese momento no lo sabía, y con la excitación que le provocaba conocer sitios nuevos, menos...
 
A pesar de haber conducido por la ciudad nocturna a una velocidad que podía manejar, el Cochecito decidió poner a prueba esas señales y a quien quiera que estuviera absurdamente vigilándole ahora. Y empezó a acelerar...
 
El hecho de empezar a moverse más rápido dio vértigo al Cochecito que nunca había ido más rápido de lo que el TioVivo le había movido día tras día durante años. Nunca más rápido que la velocidad de crucero que había llevado durante toda la noche. Pero no podía frenar. No tenía frenos, así que afrontó ese miedo con el subidón de adrenalina que le provocaba y lo supero enseguida...
 
Cuando se acostumbró a esa velocidad aceleró un poco más...
 
¡¡Qué vértigo tenía el Cochecito!! Y sin embargo notó que se acostumbraba cada vez más rápido a la nueva velocidad.
 
¿¡Pero de donde sacaba la energía!? Se supone que los coches normales utilizan gasolina y/o electricidad y una batería que los alimenta para poder moverse; pero este, siendo un Cochecito que estaba destinado a girar en el TioVivo que lo sustentaba, carecía de esas características... ¿De donde obtenía la energía entonces?
 
Nadie lo supo jamás... En ese momento el Cochecito tenía más energía que nunca. A más velocidad, más frenético y excitado se sentía porque aquello, ¡¡era toda una nueva experiencia para él!!
 
Cada vez que se acostumbraba a una velocidad, pisaba el acelerador y alcanzaba una nueva sima más rauda... Las esquinas de las calles las empezaba a tomar casi a 2 ruedas, y hacía tiempo que había rebasado los límites de velocidad de esas molestas señales que le decían qué era lo que NO podía hacer...
 
¡¡Habrase visto X2!!
 
¡¡Guauuu!! ¡Esa velocidad era increíble para un Cochecito de Feria normal! ¡Más rápido!
 
El Cochecito aceleró más... Las calles empezaban a difuminarse a sus ojos, y luz de las farolas parecían rayas de color amarillo anaranjado que se unían entre si a sus ojos.
 
¡¡Que velocidad!!
 
A pesar de los avisos internos de su corazón, la mente del Cochecito estaba fija en sus faros (eran como sus ojos) que apuntaban iluminando la carretera. Sabía que podía ir cada vez más deprisa. Y de pronto, sin esperárselo descubrió un desvío que lo llevo a una carretera amplísima de varios carriles que podían alejarle de la ciudad hacia nuevos territorios...
 
No se lo pensó 2 veces, y aunque lo hiciera, no podía frenar. Además, por alguna inexplicable razón su energía aumentaba cada vez más como para evitar que fuera el cansancio el que le fuera frenando. En este caso concreto el cansancio era un simple espectador. Un simple aviso en su salpicadero que fue completamente ignorado por la adrenalina alimentando la mente acelerada de nuestro protagonista.
 
La autovía... ¡¡Un gran invento!! Una carretera hecha para coches como él... Donde correr a la luz de la Luna sin temor a remordimientos por las limitaciones de velocidad impuestas en la ciudad...
 
¡Un segundo! ¡Aquello de allí delante! ¡Era otra enorme señal de velocidad! ¡Pero esta tenía 3 dígitos en vez de 2... ¿¿¡¡Pero quienes se han creído que eran para limitar la velocidad del Cochecito!!??
 
A pesar del disfrute que estaba sintiendo, ahora empezó a ponerse de mala uva... Y aceleró más... Y más... Y más...
 
¡¡Era increíble!! ¡¡Se sentía más vivo que nunca el Cochecito!!
 
Esa libertad de poder moverse donde quisiera, como quisiera, era toda una experiencia. Se empezó a emocionar y los faros se le humedecieron. Jamás había sido tan libre. Y en un momento de debilidad entre lágrimas escuchó una fina voz en su interior que le decía: "Contrólalo... No aceleres más... Vuelve a tu ser y descansa... No fuerces aquello que necesita reposo..."
 
Esa voz, y los remordimientos que le hacían sentir le dieron miedo. Ya que se sentía genial tal como estaba sin rendir cuentas a nadie, y decidiendo acelerar a voluntad en pos de alcanzar un estado superior. Finalmente con la adrenalina que recorría cada centímetro de su motor, de su carrocería, arrancó valor de su flaqueza y decidió que ni siquiera una voz desconocida de su interior le iba a decir como conducir por aquellos carriles.
 
No sé cuantos kilómetros recorrió aquella noche, pero el coche había seguido acelerando y acelerando hasta que la Luna se ocultó y empezó a despuntar el alba. Algo que provocó que el cielo empezara a clarear...
 
El Cochecito reparó en aquello... Vio como el oscuro y negro cielo empezaba a cambiar de color... Pero iba a tanta velocidad que no podía apenas apartar los faros de la carrera.
 
Era impresionante, el cielo estaba cogiendo un color azul oscuro precioso hasta que pasó a un tenue amarillo decorado por una enorme bola de luz en el cielo. Creo que le llamaban Sol a aquello...
 
El Cochecito quería mirar ese cielo cambiante (de amarillo pasó lentamente a azul claro) porque también había cosas blancas flotando en él. Nunca las había visto. Y quería observar, pero sus faros estaban fijos en la carretera y por más que intentara fijarlos en el horizonte para verlos en la distancia su increíble velocidad se lo impedía...
 
¡Que ironía!
 
Lo que había hecho sentir libre y vivo al Cochecito, era lo mismo que ahora lo hacía sentir atrapado en una situación que no podía controlar.
 
"No seguiré apretando el pedal del acelerador" -Pensó- "y poco a poco iré perdiendo velocidad hasta quedarme quieto..."
 
Sin embargo, él no era un coche normal. Era un Cochecito de feria del que desconocíamos de donde obtenía su energía, y en este punto aunque no pulsara el acelerador, la velocidad que mantenía sería constante. Había rebasado todos los límites de su motor y por una razón que desconocemos la velocidad nunca bajaría.
 
El Cochecito empezó a ponerse nervioso. Y extrañamente, en toda la noche no se había encontrado con humanos a su alrededor para poder pedir ayuda. De haberlos, tampoco habría podido porque serían simples siluetas desenfocadas al pasar muy rápido a su vera. Ni siquiera había coches comunes en la carretera. Estaban la Autovía, el Cochecito, el Sol y las Nubes desenfocadas que no podía disfrutar nuestro protagonista.
Nada más...
Nada menos…
 
"Basta..." -Murmuró suavemente el Cochecito...
 
"Bastaaaa..." -Alcanzó a soltar con un hilillo de voz...
 
"¡Por favor!" -Dijo con voz normal...
 
"¡¡POR FAVOOORRR!! ¡¡BASTAAAAAAAAAAAAAA!!" -Gritó el Cochecito apagando los faros y no fijándose en el carril que estaba recorriendo...
 
¿Y qué es lo que pasó?
 
A una velocidad constante, sin opción de aminorar, sin un pedal de freno, y habiendo perdido todo control sobre sus nervios y sus sentimientos el Cochecito se sintió sobrepasado por la situación... ¡¡Y se estrelló!!
 
...
 
...
 
...
 
...
 
Un gran y estruendoso golpe contra algunos de los quitamiedos de hormigón de la Autovía que lo frenaron en seco.
 
El Cochecito quedó hecho trizas.
 
El humo se alzó bastante en el lugar del accidente. Lo que alertó a muchas personas que ahora sí que había en las inmediaciones. ¿Es quizás que los faros decidieron voluntariamente ignorar sus presencias independientemente de la voluntad y deseos del Cochecito? Nunca lo sabremos. Pero ahora había personas en las inmediaciones…
 
Entre oscuridad y oscuridad de sus faros, de vez en cuando había una luz, y sentía que había mucha gente a su alrededor. O quizás era cosa de su imaginación y no había nadie. ¿Quién sabe? Además, el Cochecito sentía que no era dueño de su carrocería. No podía moverse, y las pocas veces que usaba sus faros entre desmayo y desmayo podía ver esas Nubes blancas flotando en el cielo azul...
 
¡Eran algo maravilloso! ¡Tan delicadas, libres y curiosas que no las comprendía!
 
¡Y se lo había perdido por querer desafiar a unas insignificantes señales de tráfico que limitaban la velocidad a la que se podía conducir!
 
¡Se perdió incluso la oportunidad de ver estrellas! A nada que hubiera conducido a velocidad de crucero a una carretera sin farolas, ni iluminación artificial de ningún tipo, habría visto algo de esperanza dibujadas con estrellas en ese negro cielo nocturno que tanto miedo le había dado. Y es que, siempre hay algo más que no vemos antes de emitir nuestros juicios y temores, la cuestión era ¿qué tipo de persona, animal y/o Cochecito de Feria decidimos ser cada uno de nosotros en nuestro día a día?
 
Ahora mismo ese planteamiento era tarde para nuestro protagonista estrellado. Se sentía hecho trizas. Estaba hecho pedazos. Y encima, alguien desconocido le estaba suministrando algún tipo de mejunje que lo hacía quedarse K.O todo el día. Somnoliento y con ganas de dormir en todo momento...
 
El Cochecito apagó los faros por última vez...
 
...
 
...
 
...
 
... 
 
Cuando volvió a abrirlos se encontró de nuevo en su rinconcito dentro del TioVivo. No sabía lo que había pasado, pero sí que habían pasado unos meses desde que fuera parado en seco con aquel brutal golpe en placas de hormigón en aquella autovía...
 
No sabía lo que había cambiado en su interior. Pero la vida volvía a ser normal. Ese día, en cuanto el Cochecito despertara completamente, la Feria de la ciudad abriría y el TioVivo empezaría a girar una vez más haciendo felices a muchos niños y a sus padres.
 
Y no me entendáis mal. El Cochecito amaba su vida. En ese TioVivo estaba bien. Centrado. Estable. Y los niños disfrutaban mucho de los paseos que podía ofrecerles cuando el TioVivo giraba. La imaginación de un niño puede ser magistral y totalmente satisfactoria si formas parte de su creatividad.
 Pero en el fondo, deseaba salir del TioVivo y volver a explorar mundo. Eso le colmaba de energía, placer y libertad. Solo que no podría hacerlo con seguridad hasta descubrir como superar el Orgullo Interior que tenía hacia unas señales de velocidad impuestas por gente que no conocía y que; quizás; no le vigilaban tanto como él pensaba que hacían.
 
Si superaba ese orgullo, si superaba sus miedos internos... Y sobretodo, si conseguía establecer un Sistema que le permitiera reducir velocidad con seguridad, podría volver a salir a explorar cuando la feria cerrara. Pero encontrar ese Sistema no dependía solamente de él. Necesitaría ayuda. Y el Cochecito de una vez por todas aceptar que lo ayudaran, a pesar de sentir que él solo podía con el mundo.
 
Solo así, superadas estas barreras y una vez descubierto el Sistema funcional para poder frenar fuera del TioVivo, el Cochecito debería asumir que lo tendría que utilizar de por vida si no quería volver a desestabilizarse del control de velocidad que lo hacía sentir libre.
 
¿Correr? Sí claro, pero no sin unos mínimos límites de seguridad.
 
En resumidas cuentas, no abandonar el Sistema cuando el Cochecito engañosamente se sintiera bien. Ya que ese Sistema le permitiría tener el control total de su movimiento y de su libre albedrío con total seguridad. 
 
Seguridad que le permitiría disfrutar incluso de esos momentos de libertad y adrenalina que podría intentar alcanzar de vez en cuando. Asumir que nunca sería como un coche común en las carreteras, y disfrutar de todo lo que el mundo le tendría reservado. Y con las personas con las que se lo tuvieran reservado, siempre tras adaptarse a ese Sistema funcional.
 
Ya que...
 
¿Cuantas veces más podría estrellarse un Cochecito de Feria sin control antes de que las secuelas de cada accidente le pasen factura o pueda perderse a si mismo?
 



COMPARTIR/SHARE esta entrada en REDES SOCIALES:

Entradas relacionadas por temática:

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cualquier consulta, crítica, comentario o aportación será atendido, agradecido y/o publicado en un breve periodo de tiempo: