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domingo, 22 de junio de 2008

Relato "Jamas te rindas". Parte 2-3. By Russell

12 y media de la mañana del sábado.
Ha pasado una hora y algo desde que la misa terminara. Durante su auditoria, no podías más que aborrecer las huecas palabras a escuchar en la iglesia en la que te encontrabas.

"¿Qué coño sabrá él?" "No se le ocurrirá pasar el cepillo hoy ¿verdad? De ser así, me acercaría gustoso a soltarle un par de Ostias sagradas de mi puño letra."

Entre pensamiento y pensamiento vuelves a dejarte llevar por los recuerdos y el momento en el que divisaste el fin de esa relación. 

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" "¿Tenemos que hablar?" Por favor potxola, no me digas esa frase que nunca trae consigo nada bueno..."
"..."
“¿Por qué bajas la cabeza?”
“Yo...”
“Mírame, por favor... ¿pasa algo?”
“Yo...”
“Ángel... Me estas asustando... ¿Que ocurre? Ven aquí... Estoy aquí a tu lado...”
“Se me acercan las prácticas...”
“Ya. Lo sé. Si te lo confirma, en la empresa de tu tío.”
“Sí... Pues ya lo ha hecho...”
“¡¡Ostias!! ¡¡Pues de puta madre, ¿no?!!”
“Si pero...”
“Bueno, serían unos meses tan solo... A la vuelta aquí te estaría esperan...”
“No...”
“¿Qué?”
“Me llamó anteayer. Me ha dicho que le interesaría que hiciera las prácticas... Me pagaría un algo...”
“Eso está bien...”
“...y al terminar el periodo me haría un contrato indefinido.”
“¡¡Ostias!!”
“...eso... significaría...”
“Significaría una oportunidad única...”
“Pero...”
“...que no deberás desaprovechar. Trabajo nada más terminar las prácticas; además pagadas; y en la empresa de tu tío.”
“Pero...”
“No te aflijas ángel.”
“Pero yo...”
“Si te decides a hacerlo, sabes que te apoyaré hasta el final. El que tengas que cruzar el charco para lograr ese sueño es un buen paso.”
“Lo sé. Pero nosotros...”
“Hasta que llegara el momento, disfrutaré de cada abrazo que quieras cederme. Mentiría como un bellaco si dijera que no me importa. Sin embargo, aún más ruin sería no apoyarte. Creo que es una muy buena oportunidad de veras.”
“Pero significaría que nosotros...”
“Hagamos una cosa. Guardemos estas palabras hasta el último día. Olvidemos el presente, y abracémonos como si no hubiera futuro. Aunque lo tengamos en mente constantemente, no decidamos tocarlo hasta el último momento. ¿Vale?”
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Un balonazo te despierta de la nube en la que te encontrabas inmerso.

- ¡¡Perdón señor!! –Grita un chaval de 8 años que jugaba al balón con sus amigos.
- ¡¡¿Señor?!! –Te preguntas todo extrañado.
- ¡¡Jajajajaja!! ¡La verdad es que... –Añade Asun, una de las personas que conformaban la cuadrilla en la que te encontrabas inmerso- ...podrías pasar por un abuelo! ¡¡Jajajajaja!!
- Sí, entre los problemas de próstata que me hacen levantarme 12 veces cada noche. La dentadura postiza de repuesto que tengo guardada en el gallumbo junto al huevo izquierdo. Y la pierna ortopédica que tengo que engrasar con el 3 en 1... ¡Sí! Me estoy haciendo viejo.

En un momento de carcajadas, comentarios agudos y bromas con la gente que te rodeaba sientes una calurosa cabida en el ambiente. Todo te es muy familiar aunque hayas estado dos veces contadas con todas estas personas.

A lo largo del día, solo en los momentos en los que los ánimos decaen un poco por el recuerdo de la persona a la que se conmemora, es cuando tu mente vuelve a jugarte melancólicas pasadas.

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"Ángel..."
"ummmmm... quita..."
"Ángel..."
"ummmmmmmmmmm... déjame dormir..."
"Jejejeje, no, no... Mira..."
"¡¡UMMMMM!! Para joee, no me hagas cosquillas en los papos..."
"Bueno, entonces tendré que dejar este pétalo tirado en el suelo mientras me como tu desayuno..."
"¿Mi desayuno? ¿¡Que hora es!?"
"Hora de ir a andar en bici. Vaaaamooooss... ¡¡Despierta nena!! O te seguiré haciendo cosquillas, ¿eh?"
"Oooooh... ¿¡Una rosa!? ¡Que bonita! ¡Gracias!"
"¡Bah! En estos momentos la rosa no vale nada en comparación con..."
"¿...conmigo?"
"¡¡Con el desayuno que aquí te espera!! ¡¡Engreída!!"
"¡¡Jo!! ¡¡No te rías y me guiñes un ojo ahora!! ¿eh?"
"ARRR, es broma y lo sabes... Te he puesto el café con leche templado como a ti te gusta. Y con 3 cucharillas de azúcar, como siempre pides."
"¡¡Ooooh!!"
"Pero como sigas poniéndoteme tierna y no me sueltes, creo que no vas a desayunar. Además tengo un regalo para ti."
"¿Para mí? ¿Y que es?"
"Es un..."
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- ¡Jajajajaja! ¡Que te has quedado en babia hijo! –Te interrumpen nuevamente.- ¿qué vas a tomar?

Te sientes dividido. Por una parte te encuentras físicamente con los amigos de cuadrilla y familiares de la persona a la que recuerdas, y por la otra estás entrando en el mundo de los recuerdos que solo te son conocidos en tus noches de paseo solitarias con el coche por tu tierra natal.

Durante la noche, una vez finalizada la cena con toda esta gente y en el momento del poteo a modo de despedida, empiezas a despertar de esa nube de pensamientos que te ahogan levemente y comienzas a centrarte en las conversaciones que estaban teniendo lugar.

Pero poco te dura ese momento de claridad, ya que en un momento de silencio se propone un brindis. Tras realizarlo y escuchar un par de nostálgicas anécdotas sucedidas en el recuerdo de la persona ya mencionada, decides salir fuera del local a respirar aire fresco. Mónica; que te sujeta la mano antes de salir; te pregunta a ver si te encuentras bien. Tras responderle afirmativamente con una sonrisa, sales fuera definitivamente.

Mirando el cielo te ahonda el recuerdo del día de la despedida definitiva, y mientras tu mente lo reproduce, cual reproductor de vídeo, te apoyas en la barandilla que había frente a la puerta.
Hasta aquel momento, hasta aquella época, fue el recuerdo más fuerte que tenías. Tanto que aguantar las lágrimas demostrando tu insulsa hombría se tradujo en una tarea ardua y complicada.

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"Gracias..."
"¿Por qué?"
"Todo..."
"Para nada... A ti."
"No."
"Me encantaría tener un botón para pararlo todo ahora..."
"..."
"Quedarnos así con segundos que parecieran días, y no verte partir a Barcelona a sabiendas de que en el próximo viernes un avión te llevará al otro lado del charco."
"¡Jo!"
"¿Qué sucede? ¡Jejejeje, si me aprietas más potxola, me vas a romper alguna vértebra!"
"..."
"...era broma. Aunque ahora no es el momento, lo sé. Mírame un momento..."
"..."
"Ya verás como esto te será bueno. Ojalá todos hubiéramos tenido oportunidades así. Solo tienes que darme otro fuerte abrazo, darte la vuelta y entrar en el coche, que tu hermano estará impaciente ya..."
"...yo."
"Yo también a ti ángel. Yo también... a ti."
“Ahí la veo marchar. Tan cerca de mí todavía, y tan lejos a la vez. Si las cosas hubieran sido distintas, si la situación hubiese sido diferente, ¿quién sabe como habría continuado? Ahora solo puedo dejar escapar las contenidas lágrimas rebeldes que querían salir y observar el vehículo partir rodeando las casas para alcanzar la salida. ¡Un momento! ¿El coche frena? ¡Ella sale! ¿Qué se le habrá olvidado?"
"¡¡¿QUÉ SE TE HA OLVIDADO?!!" "..." 
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- ¿Te encuentras bien? –Está claro que el día de hoy no es el propicio para terminar los recuerdos que empiezas.
- Sí, sí. Bueno... miento. La verdad es que, no demasiado. Pero bueno... ¿Y tú, eh...?
- Verónica...
- ¡Ah! Jejejeje, Verónica. Lo sabía, me estaba haciendo el despistado.
- ¡Jejejeje! Sí, seguro...
- Vale. Me has pillado. Jajajajaja. ¿Y tú? ¿Te encuentras bien?

La muchacha te sonríe. Y sientes que esa sonrisa cómplice acompañándote a solas va a promover la respuesta basándose en recuerdos y nostalgia...

- La verdad es que yo no quería haber venido.
- ¿Y eso?
- Recordarla en una especie de celebración tan banal como una misa me parecía lo más gilipollas y desagradable que... bueno...
- Ya. No sé. A mi las misas es que me dan la misma alergia que los hospitales. Y si no fuera porque Sergi me comentó lo de la cena y quedada entre vosotros, no sé si habría venido desde Bilbo hasta aquí.
- Seguramente sí.
- ¿Qué?
- Si eras de la forma de ser que ella tanto me contó. Supongo de sobra que habrías acabado viniendo igual. Bueno, eso es lo que creo... Perdona si te ofendo.
- No, no, para nada. No te disculpes... Eso sí, cuéntame, cuéntame... ¿ella te habló de mi?
- Sí –Respondió entre sonoras sonrisas- ...pero no te voy a contar mucho, son confidencias entre chicas, ya sabes...
- ¡Jo! Y todas con vuestra pequeña vena cruel.
- Jijijiji.

Tras la última sonrisa un tímido silenció asomó por parte de ella, agachó la cabeza y susurró:

- Entre clase y clase me contaba sus fines de semana en Burgos. Te quería muchísimo. Eso espero que lo supieras.
- Nunca lo dudé. Créeme... Aún recuerdo el día de la despedida. Se metió en el coche de su hermano tras sugerirle que lo hiciera ya. Y tan pronto dieron la vuelta a la manzana para coger la dirección a la salida del pueblo, veo que el coche se para, sale de él; y tras preguntarle ignorantemente a ver si algo había olvidado vino corriendo a mi y se me abrazó de nuevo llorando. Pero llorando como nunca la había visto. Recuerdo el calor del abrazo y de sus lágrimas. Y el aroma de su eterno perfume.
- Me lo imagino. Lloramos las dos igual en el aeropuerto cuando nos despedimos antes de que partiera.
- Nunca he tenido una sensación tan dura como placentera. El hecho de que alguien; con una sonrisa tan espontánea; unos ojos tan expresivos y una voz tan suave junto con ese carácter y forma de ser únicas que tenía; me quisiera de ese modo, fue... no sabría explicarlo. Pero creo que de algún modo justifica mi presencia aquí. Ella lo merecía todo. Y todo lo que estuviera a mi alcance desde luego.
- El colgante que llevaba se lo regalaste tú, ¿verdad?
- ¿El lauburu con el corazón azul?
- Ese.
- Sí. El colgante era mío. Y el corazón lo encontré un día mientras andábamos en bicicleta ella y yo. Así que me lo guardé en el bolsillo, y aquella noche lo junté al colgante. Ahora dicho suena a birria...
- Pero es lo que cuenta. Créeme. Las dos veces contadas que la vi cuando viniera desde allí de visita, lo llevaba puesto junto con sus pulseras y sus inseparables pendientes.

El silencio os acoge a ambos de nuevo. Durante unos segundos ninguno dice nada. Y es evidente que alguno queréis evitar no hacerlo. Por lo que Verónica impacientemente te pregunta por el viaje de vuelta.

- ¿Y cuando partes a Bilbao? ¿Mañana?
- Sí. Quizá salga temprano.
- ¿Me permites una pregunta personal?
- Depende de lo personal que sea. Mi talla de calzoncillos creo que no entra ni con vaselina en esta conversación.
- ¡Jajajajajaja! ¡No tonto! ¡Jajajajajaja!
- Entonces, tú dirás...
- ¿Tienes novia?
Tras un silencio debido a la pregunta respondes:
- Permíteme hacerme otra pregunta antes de responder. ¿Por qué todas las chicas lo preguntáis al coger algo de confianza?
- Jejejeje, si te incomoda la retiro.
- No, no, para nada. No me ha molestado para nada. Es que me parece curioso. Siempre me lo ha parecido. Pues no. No tengo novia. Y hasta aquí puedo leer.
- ¿Novio?
- ¿¿Qué?? ¡¡JAJAJAJAJAJAJA!! –Caes en una ruidosa y terrible carcajada como hace mucho no habías caído.- ¡¡Me has pillado desprevenido!! ¡¡JAJAJAJAJAJA!! No... Por suerte o por desgracia me encantan las mujeres. Vamos, creo que aún no me ha dado por barajar posibilidades con alguien que tenga badajo de campana acompañado de un par de pelotas.

Entre risas y conversaciones varias, la noche transcurre de la siguiente manera. La cuadrilla de bar en bar tomando algo. Y tu de palique con Verónica y otros compañeros que se unen al grupito tertuliano, hasta el momento de la despedida.

Aunque quisieras ser de los últimos en despedirse, el pensar lo que mañana te espera en carretera te hace ansiar la cama con fuerza. Y puesto que Mónica se encuentra cansada también, decidís iros los dos juntos.
Sergi besa a su mujer y te estrecha la mano junto a un fuerte abrazo para despedirse de ti. Con una mirada agradecida te añade las palabras:

- Cuidado mañana en la carretera y tranquilo, ¿eh?”.

Le devuelves otra mirada, aunque la tuya algo más tímida y emocionada, terminando: 

- Cuídate mucho tío. De verdad. Cuídate.”

Una vez despedido de todos; aunque no conoces a la gran mayoría; Mónica y tú hacéis el camino de vuelta a casa. Hasta llegar divertidas, así como melancólicas, conversaciones tienen lugar.

Estando en el pasillo; una vez puesto el pijama, tan pronto sale Mónica del cuarto de baño te pregunta:

- ¿Quieres llevártela?
- ¿Cual? ¿La foto?
- Sí.
- No, no, no de verdad.
- No será por vergüenza, ¿no?
- No, no, en serio que no. En este momento prefiero guardar el recuerdo. Y la única foto que conservo de ella.
- ¡Ah! ¿Tienes una foto ya?
- Sí. Es la única que conservo de ella. Bueno... Realmente es una impresión.
- ¿De impresora? –Pregunta Mónica extrañada
- Sí. Una foto sacada de una sesión de fotos que le hizo tu marido cuando estaba en haciendo la carrera.
- Sí, buufff, ¡anda que no tendré yo sesiones de esas también!
- Pues una foto me la dio escaneada en un disquete hace la pera de años en el pueblo. La imprimí, y al fin de semana siguiente le pedí a ella que me la firmara.
- ¡Anda! Eso no lo sabía.
- No sé. Llámame raro. Pero el recuerdo que tengo de ella junto con el colgante que le regalé y esa foto firmada, es lo único que conservo. Bien guardado donde no lo vea, para no olvidar, pero tampoco recordarlo.
- Te entiendo. Déjame que te diga una cosa...
- Dime...
- Eres encantador. De verdad.

Tras terminar la conversación y sonrojarte, Mónica te ofrece un lingotazo de zumo de naranja y os acostáis, puesto que en el siguiente momento que recordarás de este fin de semana extraño, te encontrarás ya de camino a casa por esas carreteras asfaltadas en las que gasolina, euros y neumáticos ibas a gastar.

Durante el viaje; mientras suena Angel de The Corrs; tu mente te juega la peor pasada de todas en un momento tan delicado. Evadirse en pos de un recuerdo mientras conduces. Y puesto que te sumes en un placer momentáneo, aún siendo consciente del peligro no haces nada por evitar la llegada del pensamiento.

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"¡¡Venga hombre!! No me seas cobarde y tírate. ¡Que el agua está muy rica!"

"¡¡No, si no lo niego!! Pero, ¿y la temperatura? ¿Qué temperatura tiene? ¡Te aseguro que los huevos oprimiéndote la tráquea no es una sensación agradable. ¡¡Y si además se te cristalizan alucinas!!"

"¡¡Gallina!! ¡¡Tírate ya!! ¡¡Jajajajajjaa!! ¡¡Todos los ríos tienen el agua helada!!"

"Beno ba... ¡¡Allá voooooooy!!"
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Tras el grito del recuerdo en tu mente, un claxon te saca del sueño cuando a más de 120 km/h te encuentras saltándote los carriles de tu dirección y sin control.

Son décimas de segundo en los que el estómago te da un vuelco y los nervios te hacen girar el volante indiscriminadamente aumentando el riesgo de que suceda lo inevitable. De pronto, y sin percibir su llegada en ese breve intervalo de tiempo, hace aparición una curva algo más cerrada. Tus nervios hacen que; anulando la sangre fría y los reflejos; gires el volante completamente cúal timón de barco se gira ante imprevistos. Provocando con la pérdida de control que arrastrabas del coche vuelques estrellándote y rebotando contra la mediana que protege la curva.

No recuerdas cuando pierdes la consciencia. Si cuando volcaste. Si cuando recibiste el golpe del AIRBAG explotando para hincharse sobre tu cara. Si cuando parte de la mediana casi te secciona.

Los segundos en los que sientes que el coche se ha detenido te invade una imagen de calma. Incluso estando bocabajo sangrando de la nariz y del ojo izquierdo, te empiezas a relajar. Solo puedes pensar:

“Estoy... ¡¡Estoy vivo joder!!”

Un claxon junto a una larga frenada que te sobresaltan, te hacen mirar a tu derecha y ver como otro coche que no te había visto se empotra contra ti a pesar de sus esfuerzos por no hacerlo.

Sucumbes a la oscuridad. Durante un rato la oscuridad se hace presa de tu mente. Tan solo desaparece en los momentos en los que sientes flashes. Voces a tu alrededor. Mucho ruido. Y sirenas.

Fuera de ti mismo hay mucho movimiento. Pero sin quererlo te duermes, y cuando abres los ojos para incorporarte sientes dolor en ellos. Todo ese blanco que te rodea y rodea toda la autopista te hace daño a la vista.

Aun sin ver nada comienzas a caminar y a lo lejos divisas una silueta. Te acercas a ella y...

¡No puede ser!

Con cautela sigues acercándote cuando esta desconocida se da la vuelta y...


¡AH! ¡Pero eso ya será en la conclusión! (Continuar 3ª PARTE)



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1 comentario:

Russell
6/4/14
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