Esta es la historia de un Cochecito...
Como tal, este tenía motor, 4 ruedas, 2 pedales (acelerador
integrado en su cuerpo y un freno anclado al lugar donde se encontraba),
un espacioso capó y vivía su vida al ralentí dando vueltas en un TioVivo.
La gente miraba el Cochecito y le generaba buen rollo. Daban por hecho que era lo
que ahí se encontraba, que era tal como lo veían. Pero la magia de lo
desconocido nos dice que siempre hay más de lo que vemos en un primer vistazo.
No importaba, a nadie le importaba esto; el TioVivo daba vueltas, y
el Cochecito
se movía con él.
Y así pasaban los días, mientras
el TioVivo
girara, la vida para el Cochecito era suficiente.
Sin embargo, había veces que en
los momentos de calma en los que el TioVivo estaba detenido y las luces
de la feria apagadas, el corazón del Cochecito le gritaba que "podía
descubrir más..., podía ver más..., podía visitar más lugares si salía a dar
una vuelta por cuenta propia..."
Y dicho y hecho...
Un día el Cochecito se armó de
valor y decidió salir a explorar. Atrás dejó el hueco vacío en el TioVivo
y el pedal
de freno que lo anclaba a él.
El Cochecito se sentía
extraño. Todo era una nueva perspectiva para él. Por lo que, sin muchos
riesgos, empezó a moverse despacito. Sus ruedas giraban lentamente y el Cochecito
se movía en la dirección que marcara con su delantera. Si quería girar a la
derecha solo tenía que girar las ruedas delanteras a la derecha. Si quería ir a
la izquierda hacía lo propio con ellas...
¡¡Que
bonito era el paisaje nocturno!!
Por primera vez descubrió lo que
había al girar la esquina de la calle en la que había estado los últimos años
con el TioVivo y, ¡¡simplemente era maravilloso!!
Las luces de las farolas
anaranjando levemente las paredes azuladas de los edificios, los lejanos
grillos haciendo ruido en las zonas verdes… Zonas verdes tan distintas a los
edificios construidos por la mano del ser humano. Todo era maravilloso para el Cochecito,
todo salvo el cielo oscuro. Le daba miedo mirarlo porque desde que tenía memoria
lo único que veía al mirar arriba, era el techo con luces de colores del TioVivo
decoradas con unas caricaturas deformes de los dibujos animados, cómics y
películas del momento.
A pesar de su miedo a ese
infinito cielo nocturno, le podía más la curiosidad y el disfrute por recorrer
las calles. Cada calle, cada badén, cada paso de cebra, era todo un
descubrimiento que atesoraba como oro en paño en su memoria. La noche estaba
siendo magistral.
Incluso le resultaban curiosas
esas señales metálicas redondas con un círculo rojo sobre fondo blanco y unos
números en negro. No sabía lo que significaban pero con el tiempo durante esa
primera excursión acabó descubriendo que eran límites de velocidad.
¡Bueno!
¡Pero que atrevido es el ser humano! ¿A él le iban a decir a que velocidad
podía moverse por las calles? ¡¡Habrase visto!!
Esa señal y su razón de ser le
habían molestado. Y el hecho de encontrarse varias en distintas calles
principales de la ciudad le incomodaba cada vez más.
¿Que pasaría si excediera
esas velocidades? ¿Alguien le diría algo? ¿Le llevarían de vuelta para anclarlo
al TioVivo?
Por un momento se sintió
vigilado, observado. Como si alguien tuviera excelso tiempo que perder en mirar
lo que estaba haciendo aquel Cochecito explorando la ciudad fuera
de su TioVivo.
¡Claro, la gente no tiene más
huevos que freír, ¿verdad? Pero eso lo sabemos tú; mi querido lector; y yo. El Cochecito
en ese momento no lo sabía, y con la excitación que le provocaba conocer sitios
nuevos, menos...
A pesar de haber conducido por la
ciudad nocturna a una velocidad que podía manejar, el Cochecito decidió poner a
prueba esas señales y a quien quiera que estuviera absurdamente vigilándole
ahora. Y empezó a acelerar...
El hecho de empezar a moverse más
rápido dio vértigo al Cochecito que nunca había ido más
rápido de lo que el TioVivo le había movido día tras día durante años. Nunca más
rápido que la velocidad de crucero que había llevado durante toda la noche.
Pero no podía frenar. No tenía frenos, así que afrontó ese miedo con el subidón
de adrenalina que le provocaba y lo supero enseguida...
Cuando se acostumbró a esa
velocidad aceleró un poco más...
¡¡Qué
vértigo tenía el Cochecito!! Y sin embargo notó que se
acostumbraba cada vez más rápido a la nueva velocidad.
¿¡Pero de
donde sacaba la energía!? Se supone que los coches normales
utilizan gasolina y/o electricidad y una batería que los alimenta para poder
moverse; pero este, siendo un Cochecito que estaba destinado a
girar en el TioVivo que lo sustentaba, carecía de esas características... ¿De donde obtenía la energía entonces?
Nadie lo supo jamás... En ese
momento el Cochecito tenía más energía que nunca. A más velocidad, más
frenético y excitado se sentía porque aquello, ¡¡era
toda una nueva experiencia para él!!
Cada vez que se acostumbraba a
una velocidad, pisaba el acelerador y alcanzaba una nueva sima más rauda... Las
esquinas de las calles las empezaba a tomar casi a 2 ruedas, y hacía tiempo que
había rebasado los límites de velocidad de esas molestas señales que le decían
qué era lo que NO podía hacer...
¡¡Habrase
visto X2!!
¡¡Guauuu!!
¡Esa velocidad era increíble para un Cochecito de Feria normal! ¡Más rápido!
El Cochecito aceleró más...
Las calles empezaban a difuminarse a sus ojos, y luz de las farolas parecían
rayas de color amarillo anaranjado que se unían entre si a sus ojos.
¡¡Que
velocidad!!
A pesar de los avisos internos de
su corazón, la mente del Cochecito estaba fija en sus faros
(eran como sus ojos) que apuntaban iluminando la carretera. Sabía que
podía ir cada vez más deprisa. Y de pronto, sin esperárselo descubrió un desvío
que lo llevo a una carretera amplísima de varios carriles que podían alejarle
de la ciudad hacia nuevos territorios...
No se lo pensó 2 veces, y aunque
lo hiciera, no podía frenar. Además, por alguna inexplicable razón su energía
aumentaba cada vez más como para evitar que fuera el cansancio el que le fuera
frenando. En este caso concreto el cansancio era un simple espectador. Un
simple aviso en su salpicadero que fue completamente ignorado por la adrenalina
alimentando la mente acelerada de nuestro protagonista.
La autovía... ¡¡Un gran invento!! Una carretera hecha para coches como
él... Donde correr a la luz de la Luna sin temor a
remordimientos por las limitaciones de velocidad impuestas en la ciudad...
¡Un
segundo! ¡Aquello de allí delante! ¡Era otra enorme señal de velocidad! ¡Pero
esta tenía 3 dígitos en vez de 2... ¿¿¡¡Pero quienes se han creído que eran
para limitar la velocidad del Cochecito!!??
A pesar del disfrute que estaba
sintiendo, ahora empezó a ponerse de mala uva... Y aceleró más... Y más... Y
más...
¡¡Era
increíble!! ¡¡Se sentía más vivo que nunca el Cochecito!!
Esa libertad de poder moverse
donde quisiera, como quisiera, era toda una experiencia. Se empezó a emocionar
y los faros se le humedecieron. Jamás había sido tan libre. Y en un momento de
debilidad entre lágrimas escuchó una fina voz en su interior que le decía: "Contrólalo...
No aceleres más... Vuelve a tu ser y descansa... No fuerces aquello que
necesita reposo..."
Esa voz, y los remordimientos que
le hacían sentir le dieron miedo. Ya que se sentía genial tal como estaba sin
rendir cuentas a nadie, y decidiendo acelerar a voluntad en pos de alcanzar un
estado superior. Finalmente con la adrenalina que recorría cada centímetro de
su motor, de su carrocería, arrancó valor de su flaqueza y decidió que ni
siquiera una voz desconocida de su interior le iba a decir como conducir por
aquellos carriles.
No sé cuantos kilómetros recorrió
aquella noche, pero el coche había seguido acelerando y acelerando hasta que la
Luna
se ocultó y empezó a despuntar el alba. Algo que provocó que el cielo empezara
a clarear...
El Cochecito reparó en
aquello... Vio como el oscuro y negro cielo empezaba a cambiar de color... Pero
iba a tanta velocidad que no podía apenas apartar los faros de la carrera.
Era impresionante, el cielo
estaba cogiendo un color azul oscuro precioso hasta que pasó a un tenue
amarillo decorado por una enorme bola de luz en el cielo. Creo que le llamaban Sol
a aquello...
El Cochecito quería mirar
ese cielo cambiante (de amarillo pasó lentamente a azul claro) porque también había
cosas blancas flotando en él. Nunca las había visto. Y quería observar, pero
sus faros estaban fijos en la carretera y por más que intentara fijarlos en el
horizonte para verlos en la distancia su increíble velocidad se lo impedía...
¡Que ironía!
Lo que había hecho sentir libre y
vivo al Cochecito, era lo mismo que ahora lo hacía sentir atrapado en
una situación que no podía controlar.
"No
seguiré apretando el pedal del acelerador" -Pensó- "y poco a poco iré perdiendo velocidad hasta quedarme
quieto..."
Sin embargo, él no era un coche
normal. Era un Cochecito de feria del que desconocíamos de donde obtenía su
energía, y en este punto aunque no pulsara el acelerador, la velocidad que
mantenía sería constante. Había rebasado todos los límites de su motor y por
una razón que desconocemos la velocidad nunca bajaría.
El Cochecito empezó a ponerse
nervioso. Y extrañamente, en toda la noche no se había encontrado con humanos a
su alrededor para poder pedir ayuda. De haberlos, tampoco habría podido porque
serían simples siluetas desenfocadas al pasar muy rápido a su vera. Ni siquiera
había coches comunes en la carretera. Estaban la Autovía, el Cochecito,
el Sol
y las Nubes desenfocadas que no podía disfrutar nuestro protagonista.
Nada más...
Nada menos…
"Basta..."
-Murmuró suavemente el Cochecito...
"Bastaaaa..."
-Alcanzó a soltar con un hilillo de voz...
"¡Por
favor!" -Dijo con voz normal...
"¡¡POR
FAVOOORRR!! ¡¡BASTAAAAAAAAAAAAAA!!" -Gritó el Cochecito
apagando los faros y no fijándose en el carril que estaba recorriendo...
¿Y qué
es lo que pasó?
A una velocidad constante, sin
opción de aminorar, sin un pedal de freno, y habiendo perdido todo control
sobre sus nervios y sus sentimientos el Cochecito se sintió sobrepasado por
la situación... ¡¡Y se estrelló!!
...
...
...
...
Un gran y estruendoso golpe
contra algunos de los quitamiedos de hormigón de la Autovía que lo frenaron en
seco.
El Cochecito quedó hecho
trizas.
El humo se alzó bastante en el
lugar del accidente. Lo que alertó a muchas personas que ahora sí que había en
las inmediaciones. ¿Es quizás que los faros decidieron
voluntariamente ignorar sus presencias independientemente de la voluntad y
deseos del Cochecito? Nunca lo sabremos. Pero ahora había personas
en las inmediaciones…
Entre oscuridad y oscuridad de
sus faros, de vez en cuando había una luz, y sentía que había mucha gente a su
alrededor. O quizás era cosa de su imaginación y no había nadie. ¿Quién sabe? Además, el Cochecito sentía que no
era dueño de su carrocería. No podía moverse, y las pocas veces que usaba sus
faros entre desmayo y desmayo podía ver esas Nubes blancas flotando en
el cielo azul...
¡Eran
algo maravilloso! ¡Tan delicadas, libres y curiosas que no las comprendía!
¡Y se lo
había perdido por querer desafiar a unas insignificantes señales de tráfico que
limitaban la velocidad a la que se podía conducir!
¡Se
perdió incluso la oportunidad de ver estrellas! A nada que
hubiera conducido a velocidad de crucero a una carretera sin farolas, ni
iluminación artificial de ningún tipo, habría visto algo de esperanza dibujadas
con estrellas en ese negro cielo nocturno que tanto miedo le había dado. Y es
que, siempre hay algo más que no vemos antes de emitir nuestros juicios y
temores, la cuestión era ¿qué tipo de
persona, animal y/o Cochecito de Feria decidimos ser cada uno de nosotros en
nuestro día a día?
Ahora mismo ese planteamiento era
tarde para nuestro protagonista estrellado. Se sentía hecho trizas. Estaba
hecho pedazos. Y encima, alguien desconocido le estaba suministrando algún tipo
de mejunje que lo hacía quedarse K.O todo el día. Somnoliento y con ganas de
dormir en todo momento...
El Cochecito apagó los faros
por última vez...
...
...
...
...
Cuando volvió a abrirlos se
encontró de nuevo en su rinconcito dentro del TioVivo. No sabía lo que
había pasado, pero sí que habían pasado unos meses desde que fuera parado en
seco con aquel brutal golpe en placas de hormigón en aquella autovía...
No sabía lo que había cambiado en
su interior. Pero la vida volvía a ser normal. Ese día, en cuanto el Cochecito
despertara completamente, la Feria de la ciudad abriría y el TioVivo
empezaría a girar una vez más haciendo felices a muchos niños y a sus padres.
Y no me entendáis mal. El Cochecito
amaba su vida. En ese TioVivo estaba bien. Centrado.
Estable. Y los niños disfrutaban mucho de los paseos que podía ofrecerles
cuando el TioVivo giraba. La imaginación de un niño puede ser magistral y
totalmente satisfactoria si formas parte de su creatividad.
Pero en el fondo, deseaba salir
del TioVivo
y volver a explorar mundo. Eso le colmaba de energía, placer y libertad. Solo
que no podría hacerlo con seguridad hasta descubrir como superar el Orgullo
Interior que tenía hacia unas señales de velocidad impuestas por gente
que no conocía y que; quizás; no le vigilaban tanto como él pensaba que hacían.
Si superaba ese orgullo, si
superaba sus miedos internos... Y sobretodo, si conseguía establecer un Sistema que le permitiera reducir
velocidad con seguridad, podría volver a salir a explorar cuando la feria
cerrara. Pero encontrar ese Sistema
no dependía solamente de él. Necesitaría ayuda. Y el Cochecito de una vez por
todas aceptar que lo ayudaran, a pesar de sentir que él solo podía con el
mundo.
Solo así, superadas estas
barreras y una vez descubierto el Sistema
funcional para poder frenar fuera del TioVivo, el Cochecito debería asumir
que lo tendría que utilizar de por vida si no quería volver a desestabilizarse
del control de velocidad que lo hacía sentir libre.
¿Correr?
Sí claro, pero no sin unos mínimos límites de seguridad.
En resumidas cuentas, no
abandonar el Sistema cuando el Cochecito engañosamente
se sintiera bien. Ya que ese Sistema
le permitiría tener el control total de su movimiento y de su libre albedrío
con total seguridad.
Seguridad que le permitiría
disfrutar incluso de esos momentos de libertad y adrenalina que podría intentar
alcanzar de vez en cuando. Asumir que nunca sería como un coche común en las
carreteras, y disfrutar de todo lo que el mundo le tendría reservado. Y con las
personas con las que se lo tuvieran reservado, siempre tras adaptarse a ese Sistema
funcional.
Ya que...
¿Cuantas
veces más podría estrellarse un Cochecito de Feria sin control antes de que las
secuelas de cada accidente le pasen factura o pueda perderse a si mismo?