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sábado, 26 de abril de 2008

Oscuridad de un Asesino. (Relato escrito el 16-05-05)

<<45 Minutos de espera. Creo que me he adelantado.>>

Liziel, el muchacho de los ojos marrones, se encontraba esperando a su amada Damiel. Siendo hoy su aniversario, habían quedado en el mismo lugar donde se conocieron años atrás. La noche era perfecta. A pesar de tener un cielo encapotado por las nubes, la temperatura y la brisa que corrían por el lugar eran apacibles.
Se acercaban las diez de la noche.

Sin duda, el corazón del muchacho se encontraba alterado por ver de nuevo a su ángel en un día tan señalado para él.

Damiel, una bella dama de cabello castaño, ojos verdes, y amplia sonrisa que intensificaban los sentimientos que pasaban por el corazón del muchacho, era para Liziel, su mejor amiga, su alma gemela, su guerrera de fuerte carácter, y al fin y al cabo, su estrella.

Damiel; o Dam como la solían llamar; no sería la más alta, ni la más esbelta de la ciudad donde se crió, sin embargo, el muchacho tenía una gran adicción al sentimiento que esta le procesaba mutuamente. Tanto que habían pasado juntos 10 años y aún tenían la chispa de esa primera vez.

Las diez y diez de la noche.

No era de acostumbrar que Damiel se retrasara, sin embargo, errar es de humanos, por lo que el impaciente muchacho decidió esperar gastando los múltiples comodines de paciencia que tenía que pagar a su amada por tantas esperas que el muchacho le había provocado. Liziel comenzó; no obstante; a darse pequeños paseos.

Once menos veinte de la noche.

Liziel sacó su teléfono móvil para realizar una llamada al móvil de Dam...

<<El móvil al que llama está apagado o fuera de cobertura...>>

<<¡¡JODER!! ¡¡Esto no es normal!!>>


El muchacho empezó a preocuparse seriamente. Incluso cuando la muchacha se retrasaba 5 minutos ya habría avisado al joven para no preocuparlo. En este caso habían pasado 40 minutos y no tenía noticia alguna. Llamó a casa de la muchacha y su madre respondió la llamada:

<<¿Dam? No Liziel. Hace una hora que ha salido. ¿No habíais quedado? ¿No está contigo?>>

Tras terminar la conversación el muchacho supo dos cosas claras:
  1. Dam tenía un regalo que hacer al joven y salió excitada de casa para entregarlo. Por lo que salió mucho tiempo antes de la hora.
  2. Algo le habría sucedido, ya que sin avisar el retraso patente no era nada normal.
Sin resignarse a esperar ni un minuto más, el muchacho decidió deshacer el camino dirección a casa de la muchacha con la esperanza de encontrarse con ella.

Durante los primeros cinco minutos de paseo los pensamientos abotargaron al muchacho. Salvo esto, no sucedió nada destacable.

Sin embargo, a mitad de camino sus oídos percibieron una suave voz; casi convertida en lamento. Se detuvo para poder escuchar mejor. Durante un rato no pudo escuchar nada salvo el sonido de los vehículos en la carretera. Cuando estaba apunto de continuar su camino, volvió a percibir una señal auditiva procedente del callejón más próximo donde el joven se encontraba detenido.

Tras introducirse lentamente en el callejón sus ojos tuvieron que acostumbrarse en segundos a la oscuridad que dominaba la zona. Una vez empezaron a divisar algo, nublaron el entorno para quedarse con una silueta que le marcaría de por vida. Tres hombres estaban cometiendo una violación. Fuera aparte de la seriedad del asunto, su corazón se detuvo para explotar en mil pedazos, tras darse cuenta de que la chica violada era Damiel.

La muchacha se encontraba con la mirada perdida y la cara ensangrentada por los golpes recibidos durante su defensa.

Tras el shock inicial, el joven sintió una punzada en su mente y una descarga en su pecho. Sus ojos se cerraron tan fuerte como sus puños, deseando que aquello no estuviera sucediendo. En unas pocas décimas de segundo de inactividad en silencio, su alma se transformó en animal salvaje solo movido por sus instintos. Pasado ese pseudosegundo sus ojos se abrieron inyectados en sangre y gritando como un poseso comenzó a correr para “cazar” a sus “presas”.

Los tres tipos que jugaban con el cuerpo de la joven repararon en el depredador que se les estaba acercando con premura. Pero, como era de esperar, no estaban solos. Tras un silbido por parte de uno los agresores, apareció un grupo de matones con el fin de defender a estos tres individuos.

Liziel, habiéndose percatado de la situación, no optó por detenerse. Y tan pronto como el muchacho se cruzó con el primero de los matones, esquivó su ataque y sacudió un codazo que le partiría la nariz dejándolo inconsciente; si no muerto; yaciendo en el suelo.

El kamikaze no se había detenido. Lo contrario de los 3 agresores que violaban a Damiel. Se habían detenido y ahora se encontraban observando al “asesino en potencia” que se les acercaba, mientras sujetaban a una muchacha inconsciente escurriendo sangre por todo el rostro.

Liziel; que no veía mas que a su amada poco a poco despertando de la pesadilla que estaba viviendo; aceleró el ritmo. Sin embargo, a escasos dos metros del objetivo, una cadena con extremo en garfio se clavó enrollándose a su vez en la pierna derecha del joven desgarrándole la carne. Esto provocó la detención prematura y golpe seco contra el suelo.

- Parece que la buscas a ella, ¿No? ¿Chaval? -Le dijo uno de los hombres con sonrisa cínica.
- ¡¡Vais a morir todos!! -Les respondió el muchacho con la cara ensangrentada de la caída, mientras intentaba a duras penas liberarse de la cadena que lo alejaba de su objetivo principal.

Todo el grupo de matones; a excepción del primero que yacía inconsciente en el suelo; se echó a reír, mientras que el agresor que se había dirigido al muchacho sacaba una navaja del bolsillo.

- Chico, admiro tu valor. De veras... -Continuó hablando mientras acercaba la navaja al pecho de su amada- ...pero, los pasos en falso provocan sucesos como este...
 
Un relámpago paralizó al muchacho. El tiempo se detuvo. Los ruidos del entorno se silenciaron. Todo empezó a transcurrir a cámara lenta. Los recuerdos de una vida; próxima a terminar; pasaron a la velocidad de la luz, en la mente del joven mientras que la fría hoja de la navaja penetraba el pecho de la muchacha.

Liziel no era capaz de asumir lo que estaba viendo. Su cuerpo inmóvil en el suelo seguía siendo arrastrado por la cadena de la que era prisionero. No había dolor. El garfio que sujetaba la cadena le había atravesado los gemelos y rasgado el hueso. Pero no había dolor. Estaba tiñendo el suelo de rojo y era como un muñeco sin vida yaciendo, pero no había dolor. A sus 5 sentidos tan solo existía la imagen de su novia y la vida que tan vilmente le estaba siendo arrebatada.

Los ojos de Damiel, mostrando aún toda la fuerza de su portadora y apartando el dolor, se clavaron en el muchacho. Sus labios, entumecidos y enrojecidos por la sangre pudieron realizar un último esfuerzo para vocalizar:

<<Li... ziel...>>

Tras susurrar su nombre, con una mirada y decirle que lo amaba, dejó escapar una lágrima que acabaría tintándose de rojo. Después la cabeza de la muchacha cayó lentamente mientras se le cerraban los ojos.

El silencio que había en el callejón era atronador. Al igual que un agujero negro absorbe la luz, el silencio aquí absorbía todo sonido cercano. Poco duró este extraño fenómeno, ya que un trueno; como pocos habían sucedido en años; rompió poderosamente el silencio que dominaba el lugar. Liziel había muerto con Dam. La persona que nacería esta noche en el cuerpo del muchacho sería la más perseguidapor la ley.

Como suelen decir, “Tras el dolor viene la furia”. Y la de Liziel no tenía intensidad. A pesar de estar sujeto por una cadena sujetada por dos componentes de la banda, el cuerpo del joven comenzó a avanzar con las manos mientras arrastraba a los portadores. Dos maleantes más se unieron para tratar de sujetar la cadena, pero poco pudieron hacer. El muchacho; tras lanzar un grito de dolor; que bien podía haber agrietado algún cristal; se levantó con fuerza acrecentando el orificio de entrada del garfio en su pierna y, a su vez, tirando al suelo a los cuatro portadores.

Estos, al caer soltaron inevitablemente la cadena. Lo que armó al muchacho.

Tras liberar su pierna; con leves signos de dolor; el muchacho se enrolló parte de su nueva arma al brazo derecho mientras la zona ensangrentada del garfio empezaba a ser girada formando un molinillo. Sorprendentemente, de todos los malhechores que había en el callejón ninguno había sacado ningún arma de fuego todavía. Era de esperar que eso sucediera de un momento a otro.

La situación que ahora se presentaba no distaba de ser muy segura para el renacido "Liziel asesino", que giraba la cadena manteniendo a raya a los 4 sujetos que a duras penas podían acercarse al joven.

- ¡¡¡ATACADLE YA JODER!!! -Gritó uno de los asesinos de Dam mientras soltaba el cuerpo sin vida de la muchacha.

Dicho y hecho, tras el grito uno de los cuatro lacayos se lanzó a clavarle la navaja al joven. Sin embargo, no pudo esquivar la cadena y el garfio se le clavó en la zona hueca de la clavícula. El grito de dolor del hombre despertó a sus tres compañeros que se lanzaron al ataque... Y a Liziel que tiró bruscamente de la cadena provocando la muerte instantánea del “enganchado”.

Con la cadena liberada de nuevo, el joven pudo utilizarla a modo de segadora para devolver con intereses la herida provocada en su pierna a uno de los tres malhechores que quedaban en pie. Este; cayendo al suelo gritando de dolor; sirvió de soporte para atacar al siguiente, tras esquivar sus navajazos y atarle la cadena al cuello.

Con sus dos compañeros fuera de combate, el que quedaba no sabía que hacer. Se encontraba bloqueado. Solo podía mirar a los ojos sin vida del joven. Su mirada entre muerte y furia no expresaba nada más. Era como un cuadro inexpresivo; sin color. Apagado por el paso del tiempo y las tempestades sufridas. Esta imagen asustaba más al malhechor. Había visto y vivido muchas vendettas en su vida. Pero jamás una perpetrada por un ser similar.

Liziel, que no procesaba pensamiento alguno empezaba a sentir el síndrome de abstinencia que su nueva condición de asesino le provocaba. Por lo que, para evitar sufrirlo buscó su primera dosis. Pegó un tirón seco de la cadena, desnucando al que la tenía alrededor del cuello y abriendo más la herida de la pierna del primero.

Tras la nueva dosis, el joven soltó su particular arma, se agachó por una navaja cercana y comenzó a cojear hasta el bloqueado lacayo que aún permanecía en pie. Este, al ver que se le acercaba, se lanzó a dar navajazos con la esperanza de acertar alguno. Pero tras haberlos esquivado todos, no pudo hacer otra cosa que agacharse sobre sí mismo al sentir como le penetraba tres veces una fria hoja de metal en el abdomen.

El recien titulado asesino dejó caer al malhechor y con su pierna herida soltó una patada en la boca del lacayo que quedaba consciente y herido con la cadena, dejándolo inmóvil en el acto. Una vez acabados con los subordinados malhechores el cojeo en sus piernas desapareció dando paso a largas zancadas en pos de alcanzar su objetivo inicial.

Sin embargo; y aunque era de esperar; a dos metros de los tres asesinos de Damiel, el joven fue detenido por un último componente de la banda; oculto hasta ahora en la esquina; que golpeó por sorpresa el rostro del muchacho con un tubo de acero.

La oscuridad invadió su visión...

Oscuridad.

Oscuridad y frío.

Oscuridad, frío y soledad, de vez en cuando rotos por los recuerdos de una vida compartida con Damiel. Recuerdos destrozados por la imagen de su amada a manos de esos tres hombres desconocidos y una banda de maleantes como apoyo.

Liziel abrió los ojos. Estaba hundiéndose lentamente en la ría. Sus manos atadas, su boca amordazada y su cuerpo sujeto con unas cuerdas y cadenas provocaron que el joven se dislocara el hombro para poder liberarse de sus ataduras. 
Tras emerger a la superficie y coger aire, el muchacho se situó el hombro en su sitio, del mismo modo que lo hacía su entrenador cuando realizaba deporte y le sucedía a causa de una mala caída.

Al llegar; como pudo; a tierra firme, pudo observar a tres hombres de la banda fumando maría frente al cadáver de Damiel y comentando jocosamente las buenas acciones de la noche conseguidas en la noche. No eran los asesinos que el joven buscaba.

A escasos cuarenta centímetros de Liziel y la escalera de subida donde se encontraba espiando, había una cajita. Una cajita que no pudo ver cuando deshizo el camino en busca de Dam. Una cajita con una nota que decía:

<<Sueño con el día en que despierte a tu lado y me brindes tu primera mirada de la mañana. Te quiero, Dam.>>

Sus ojos; mostrando los rescoldos apagados de humanidad que aún quedaban en el muchacho; derramaron un par de lágrimas que cristalizarían ante el frío que ahora desprendía su muerto corazón. Sin intención de abrir la caja, guardó ambos objetos en el bolsillo de su empapada ropa para después, tratar de sorprender a los 3 tipos de la banda.

Una vara de metal...

Un grito...

Y un desconcierto considerable dominaron la situación.

La vara de metal sujeta por el muchacho, atravesó a uno de los componentes de la banda, el cual gritaba agudamente mientras sus manos a duras penas podían sujetar el acero. La sangre fluía a borbotones tanto de la herida como de la boca del malhechor, y los otros dos compañeros desconcertados intentaron armarse a duras penas para acabar con su particular depredador. Sin embargo este, había desaparecido...

Durante un par de minutos, en los que el herido agonizaba en el suelo, los dos hombres asustados miraban a su alrededor. Uno de ellos, el portador de una pistola hizo ademán de introducirse en el JEEP de la banda; de donde había sacado el arma; para pedir ayuda. Pero, en el interior fue sorprendido por una sombra que lo desnucó sin piedad alguna.

El último que quedaba en pie, tras ver la muerte de su compañero, dejó caer su navaja, y aterrorizado por la figura inhumana de Liziel y sus ojos completamente negros comenzó a pedir perdón y a rogar por su vida.

Haciendo caso omiso ante tal deprimente espectáculo, el joven asesino comenzó a arrastrar del pelo a su actual presa. Hasta levantarlo y empotrarlo contra la puerta derecha del vehículo de la banda.

- ¿Dónde... puedo... encontrarles? -Comenzó a interrogar el joven al aterrorizado hombre.
- ¡¡Por favor no me mates!! No te lo puedo decir. ¡¡Me matarían si hablara!!

El muchacho pudo observar una tarjeta en el pecho de su presa. Al cogerla y darse cuenta de que era la respuesta a su pregunta, optó por no volver a hablar y situó la cabeza del malhechor en la trayectoria de la puerta del vehículo de la banda, para posteriormente cerrar la puerta tantas veces hasta saciar temporalmente el síndrome de abstinencia mortal que por segunda vez estaba sintiendo en la noche.

Poco más había que relatar. El muchacho estaba iniciando la entrada a una vida sin descanso. Tras secar sus lágrimas ante el cuerpo sin vida de su amada y deshacerse de la poca humanidad que le quedaba entre lloros decidió llamar a la policía municipal y dar parte de los sucedido a los familiares de la joven. Que desgraciadamente eran la única familia que le quedaba al muchacho.

A partir de esta noche dejaría atrás una vida normal, para ser el más buscado. A partir de esta noche se transformaría en un fantasma que no presentirían los malhechores hasta ser marcado por su sello de tristeza, furia y sed de venganza.

¡Ah! Pero eso podrían ser otras historias...


<<Dam...

Liziel tuvo que ser afortunado para irse contigo al otro mundo la misma noche que tú lo hicieras, ya que no le gustaría ver en lo que su cuerpo se ha convertido. Aquí abajo han quedado el dolor, la tristeza y la dulce venganza, que juntos juegan al póquer con cartas asesinas todas las noches; decidiendo mi suerte con cada baza.

Esos tres hijos de puta que separaron el Liziel que conociste en este cuerpo, yacen bajo toneladas de chatarra y sus cabezas adornan mi árbol de navidad.

Cuídale. Él te quiere de verdad. Y no está aquí ocupando lo que yo he tomado prestado. Todo lo bueno que había en Liziel en vida murió contigo. Tú eras la que provocaba su sonrisa, su felicidad, sus preocupaciones.

Sin ti, mi cuerpo está avocado a la perdición. Al igual que un vampiro chupa la sangre de sus víctimas para calmar temporalmente su sed, yo tengo que desmembrar a esos asesinos reales; que quedan absueltos por la absurda ley de esta sociedad; para calmar temporalmente mi ira.

No resucitará.

El Liziel que fui una vez no resucitará, puesto que a tu lado ha de estar protegiéndote y siendo protegido. Y el hombre que soy ahora desea, con su más sincero sentimiento, el morir pronto de un balazo o un navajazo. Puesto que de no hacerlo, muchos de los hombres buenos que han sido seducidos y obligados a formar parte de las bandas malhechoras morirán a mi causa sin piedad alguna.

Ellos no tienen la culpa, lo sé. Los verdaderos objetivos siempre son sus jefes. Sus corruptos jefes. Sin embargo, si quiero llegar hasta ellos, todo elemento que se me cruce en mi camino será descuartizado como animal para asado.

Reitero, que si no mostraron ninguna piedad contigo Damiel, no pienso mostrar ninguna piedad con ellos.

Cuídate mucho allí arriba mi estrella. Y cuida también de mi alma; ya que cuando muera no creo que jamás llegue a reunir las suficientes monedas de oro para cruzar el lago con el barquero en pos de mis pecados.

Esto es una despedida definitiva. No nos volveremos a ver.

Sin embargo, que sepas, que siempre te querré.

Adiós......Damiel>>



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