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miércoles, 26 de noviembre de 2008

Un rayo lunar. By Russell

La noche...

Oscura y cruel como el más amargo de los sentimientos, devoró el día sin ninguna contemplación. La oscuridad; eterna compañera de la desdicha; lo cubrió todo con su negro manto. Las estrellas; fieles luciérnagas en el firmamento; hicieron un hueco para que la luna asomara sus ojos ante una Tierra que la miraba con celos.

Los ojos de la luna iluminarón cada rincón del planeta, intentando subyugar la oscuridad que arremetía impasible y sin piedad alguna, sobre cada emplazamiento que había conquistado en esas altas horas de la madrugada.

La Luna, con ojos tristes, vió pasar a un muchacho solitario entre calles dentro de la urbe que más cercana le alcanzaba la vista. No lograba ver su rostro, sin embargo pudo divisar su corazón. Entre todos los seres despiertos y noctámbulos de aquella oscuridad, el solitario muchacho le provocó un sentimiento de compasión que motivó a multiplicar los rayos de luz a proyectar sobre él.

De todos esos rayos luminosos, uno de ellos; sin rumbo ni destino; quedó atrapado en una botella de cristal cercana al muchacho. Gritó y gritó, pero parecía que sus gritos no salían de aquel sitio. La fuerza con la que brillaba comenzaba a flaquear. Tanto que, su sentimiento de impotencia llamó la atención del muchacho que se acercó con ojos curiosos a observar la brillante botella.

El rayo de luz lunar hizo un último esfuerzo y continuó gritando más y más fuerte haciéndole brillar como nunca. El muchacho obnubilado por la belleza de lo que veía en su interior recogió la botella y la lanzó con fuerza contra la pared del otro lado de la calle, reventando la botella en miles de pedazos.

Miles de fragmentos acristalados, que con el brillo del rayo lunar se convirtieron en estrellas las décimas de segundo que duró el vuelo hasta posarse en el suelo.

El joven, que albergaba miles de interrogantes en su mente, vió como el rayo lunar se transformaba. Durante segundos no pudo articular palabras, pero tan pronto su garganta reaccionó ante los estímulos de su cerebro se dijo a si mismo:

"!!!Pero que coño...!!!"

El rayo lunar, que inmovil en el aire sufría una metamorfosis, abrió los ojos para mirar fijamente a su libertador. Aunque su sino era compartir su luz con los demás durante la oscuridad de las noches, sentía que algo había cambiado lo suficiente como para compartirlo con una sola persona. Sin rendir cuentas a nadie más. Sin dar razones, ni pedir permiso para ello. Tan solos los dos.

La transformación estaba llegando a su fin cuando el rayo lunar posó sus pies descalzos en el suelo. Algo que con los cristales rotos le provocó desplomarse sobre el pavimento.

El muchacho, que corrió asustado a ayudar a la incipiente joven, la observó con ojos asustados.

Era muy hermosa. Una larga melena pelirroja que, en contraste con el blanco del vestido que llevaba, le hacía parecer oscuridad capilar. El llanto que dibujaban sus labios; a causa de las heridas en la planta del pie; era una agridulce melodía en sus oídos. Su piel era una porcelana digna del más sensible escultor que haya conocido la raza humana. Y sus manos, parecían cuidadas con el gel más brillante y suave que se podría haber fabricado.

Tan pronto el muchacho la sujetó por los hombros y le pregunto si estaba bien, ella dejó de emitir ese sonido agridulce para mirar al muchacho al que había venido a ayudar.
Sus ojos...

Unos enormes ojos marrones, empapados por las cristalinas lágrimas de la inocencia. Unos ojos enormes ojos que miraban fijamente al joven que cada vez se sentía más indefenso y a su vez protegido ante ellos.

La joven princesa caída de la luna dejó articular 2 simples palabras:

"Muchas gracias..."


Y durante unos segundos, donde sobraron mas palabras y todas las frases hechas inventadas, los dos jóvenes no hicieron movimiento alguno. La princesa; más allá de la angustia y el dolor, pudo verse reflejada a través de los ojos del muchacho. Sin embargo algo no iba bien y exclamó:

"No veo la luz... ¿Donde ha ido a parar? ¡¡Ayúdame!! ¡¡La luz!!"


El joven, cada vez má encariñado por la inocencia de aquella estrella, acarició su cabello finalizando en su mejilla para susurrarla al oído:

"¿No lo entiendes pequeña? La luz eres tú..."


Y tan pronto ella comprendió su significado se abrazó al joven dándole las gracias y este se la llevó a un lugar donde podría sanar sus heridas para a su vez ser iluminado por su sonrisa celestial cada noche.

Llegados a este punto, la pregunta sería:


¿Quién rescató a quién en esta fábula?



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1 comentario:

Anónimo
22/1/14
Ambos se rescataron.. Precioso

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