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lunes, 26 de septiembre de 2016

¿Qué es lo que me rodea? By Russell

- ¿Qué es lo que me rodea?
- Una luz...
- ¿Quién soy?
- No lo sé...

- ¿Qué es lo que me rodea?
- Una luz te he dicho, ¡no lo sé!
- ¿Quién soy?
- ¡Que no lo sé!

- ¿Qué es lo que me rodea?

- ¡BASTA YA!


El grito se escuchó de manera sorda por toda la habitación. Sin retumbar por ninguna de las esquinas pero a su vez cubriéndolo todo con su manto. El joven se despertó con su propia voz, con la mano dolorida de haber golpeado la pared del sobresalto. No recordaba nada. Solo un grito... Una voz.... Un grito propio y una tenue voz ajena que no conseguía recordar claramente.

Se incorporó sobre la cama y sintió agitado su corazón. Como si hubiera corrido, como si hubiera estado en suma tensión instantes atrás. Sin saber el porqué de lo que le acontecía se sujetó el pecho con la mano izquierda mientras fuertemente se sujetaba la cabeza por la frente con la mano derecha. Tenía la respiración acelerada y no se encontraba demasiado bien.

Durante unos instantes permaneció así... Inmóvil. Agitado pero inmóvil mientras dejaba que su corazón recobrara su funcionamiento normal de reposo. Y una vez lo hubo recuperado se levantó de la cama, se calzó y se dirigió a la cocina a observar el nocturno paisaje por el balcón.

Olvidaba algo. No sabía el que, pero había algo importante que olvidaba. Y por más que le daba vueltas no conseguía recordarlo.

- ¿Quién soy? -Susurró de pronto dejando marcado el vaho sobre el cristal de la puerta.

Durante un par de minutos no hubo movimiento, pero de pronto una congoja empezó a bullir de su interior y una mueca de puchero comenzó a revertir el rostro de desconcierto por un rostro de tristeza y preocupación. Hasta que comenzó a llorar como un bebé sin saber la razón para ello. Solo necesitaba llorar, pero su mente aún mantenía la fortaleza erguida en su campo temporal que le impedía acceder al sueño registrado.
Las lágrimas empaparon el rostro del joven, y la visión se tornó increíblemente borrosa para el paisaje que lo rodeaba frente a su balcón. La humedad llegó hasta el pecho empapando del mismo modo la camiseta del pijama.

Durante un rato largo y tendido la mente del muchacho desahogó las tensiones gracias a aquellas lágrimas acompañadas de sentimientos de melancolía provocados por imágenes fugaces del sueño que acababa de tener y no era capaz de visualizar por completo.

- ¿Qué es lo que me rodea? -Volvió a susurrar con los ojos desbordados en salino.

Su cuerpo entumecido por los sentimientos empezó a responderle hasta dirigirlo al cuarto de baño. Y ahí, aprovechó para lavarse la cara y despejarse lo que pudo. Y cuando hubo terminado, echó una última mirada a sus pupilas marrones y un pequeño flash rápido como un relámpago atravesó su mente con una imagen.

Unos ojos...
Unos intensos ojos marrones le miraban fijamente mientras escuchaba lejanamente en el tumulto:

- ¿Qué es lo que me rodea? ¿Quién soy?

Algo había sucedido, algo no iba bien, algo de lo que lo rodeaba no estaba en su sitio y tenía que descubrir el qué antes de empezar a agobiarse por las incógnitas que lo estaban ahogando en preocupaciones.
¿Pero por donde empezar? La casa parecía en orden.... Todo estaba en su sitio... Los champús en el baño, colocados en su estante. Las camisas colgadas en el armario, cada una con su percha. Las películas en su carpeta, cada una con su título.
El joven nervioso comenzó a dar vueltas por la casa. Tenía que visitar cada rincón de cada habitación. Cada detalle, cada esquina que pudiera olfatear u observar, sería observada desde luego. Sin dejar nada al azar ni a lo hipotético.
Las películas seguían estando en sus carpetas. Los libros en sus estantes. Las pilas en los cajones. Y la linterna en su sitio. ¡Espera un momento! ¿La linterna?
Tras observarla unos instantes desde todos los ángulos, se dio cuenta que no llevaba pilas. No sabía el porqué, pero algo en su interior le decía que la linterna era importante. Así que volvió a los cajones del salón para sacar 2 pilas que alimentaran la misma. Cuando estuvieron puestas la encendió y una luz led de color blanco roto se añadió a la luz del salón. Y de pronto:

- ¿No debería estar aquí? ¿Qué es lo que me rodea? ¿Quién soy?

El joven volvió a despertar tras ese fogonazo. Estaba desmayado en el suelo y no recordaba el haberse desmayado. Solo que había encendido la linterna, que seguía encendida en el suelo.
Estiró la mano para cogerla y la apagó. Pero tan pronto se incorporó, decidió potenciar esa última visión apagando la luz del salón y quedándose a oscuras. Volvió a encender de nuevo la linterna y esa luz blanca invadió la estancia con un círculo perfecto allá donde era enfocada. Durante unos segundos el joven no hizo nada. Y nada sucedió.
Así que ante esa tesitura comenzó a moverse lentamente hacia su derecha hasta que la luz iluminó las puertas cristaleras que separaban el salón de la cocina. Y en ese instante vio una silueta en el cristal que lo sobresaltó.
Parpadeo en décimas de segundo y la silueta desapareció, pero fue el tiempo suficiente para escuchar una voz en su cabeza que le preguntaba:

- ¿No debería estar aquí?

Por mucho que intentara volver a verla, la silueta no volvería aparecer en la cristalera, pero una boca ajena se acercó a su oreja derecha y le grito:

- ¡¡¿NO DEBERÍA ESTAR AQUÍIIIIIIII?!!


El muchacho asustado se dio la vuelta para enfocar al sujeto con la linterna, pero no había nadie. Del sobresalto y el giro brusco que había dado, se tropezó con la mesa de cristal del salón y cayó sobre ella quebrándola en mil pedazos, golpeándose la cabeza contra el suelo e hiriéndose las piernas gracias al pantalón corto del pijama que llevaba. Perdió la consciencia...

- ¿Qué es lo que me rodea?
- ¿Quién eres?
- ¿Quién soy?
- Déjate de juegos, ¿quién eres?
- ¿No debería estar aquí?
- ¿Por qué me estás siguiendo?
- Me estás siguiendo tú a mi...
- ¡Gracias! Por fin una frase sin pregunta...
- ¿Qué es lo que me rodea?
- Hay algún detalle que se me escapa... Hay algo que me despista...
- Los detalles podemos iluminarlos para descubrir su verdad...
- Espera, ¿que?
- ¿Qué es lo que me rodea? ¿Quién soy?
- ¿La linterna?
- ¿Qué es lo que me rodea? ¿Quién soy?
- La linterna la tengo aquí en mi mano... ¿Quién eres? Si la enciendo...
- ¿Qué es lo que me rodea? ¿Quién soy?
- Si la enciendo y te enfoco...
- ¿Qué es lo que me rodea? ¿Quién soy?

- Si la enciendo y te enfoco... Espera un poco, eso que te rodea, ¿es fuego?... Espera no... No es fuego...
- ¿Qué es lo que me rodea? ¿Quién soy?
- Es una especie de energía luminosa...
- ¿Qué es lo que me rodea? ¿Quién soy?
- ¡¡Cállate ya por favor!!
- ¿Qué es lo que me rodea? ¿Quién soy?
- ¡¡CÁLLATE YAAAA!!


El joven se despertó entre dolores... Le dolía fuertemente la cabeza, y no podía moverse. Las piernas las tenía entumecidas y la sangre había empapado los cientos de cristales que lo rodeaban. La linterna había caído a metro y medio de él y seguía encendida. Solo que ahora enfocaba la pata de un sillón y el joven no podía darle alcance.

Intentó moverse, pero los cortes de las piernas; sobretodo el gran tajo de una de ellas; y la clara desorientación por el golpe no le facilitaban las cosas. Cuando consiguió girar su cuerpo pudo empezar a arrastrarse. La linterna era la clave, la respuesta a sus problemas, pero en contra, su mayor preocupación era alcanzar el teléfono fijo que colgaba sobre la pared. Ya que tenía que llamar a una ambulancia para dar parte de su situación y el móvil estaba en el dormitorio, bastante más alejado que el fijo del domicilio. Estaba solo en casa, y posiblemente la situación no cambiaría incluso si su vida corriera peligro como ahora. Así que el teléfono fijo era lo primordial.

Los dolores eran terribles y cada vez se sentía más mareado por la pérdida de sangre. Así que sin dudarlo, antes de desmayarse prefirió hacer lo que había visto en tantas pelis. Se quitó la camiseta para usarla como torniquete en la pierna en la que había tenido la tan brutal laceración.

Una vez realizado, a duras penas continuó arrastrándose para dar alcance a la pared donde descansaba el teléfono. Y cuando tocó la pared, el escenario cambió de pronto y se vio a si mismo sujetando el rostro de una mujer con ambas manos. Mientras la mano derecha acariciaba y sujetaba con ternura su lado izquierdo; y su rostro estaba pegado a la mejilla de ella.

- Sigo sin saber quién eres, ¿esto es significativo? ¿O solo es un sueño que cambia de dirección?
- Creo que depende... ¿que es lo que más anhelas? ¿Qué vas a hacer con eso?
- ¿La linterna? No lo sé...
- Si no lo sabes, yo tampoco. ¿Qué es lo que me rodea? ¿Quién soy?
- No por favor, otra vez no...


Volvió a despertar mareado. Se había pseudodesmayado a causa del mareo, pero aún seguía consciente. Tenía el teléfono a un metro escaso sobre él, pero alcanzarlo requeriría ponerse de pie sobre sus magulladas piernas. El dolor era tan insoportable que el mareo iba acrecentándose cada segundo. No sabía en qué momento podía volver a desmayarse, pero necesitaba pedir ayuda, o alguna de esas vueltas de consciencia podría ser la última.

Aunó valor...
Respiró hondo...
Y clavó sus propios brazos en el suelo para ayudarse de ellos para plantar los pies en el suelo y hacer el impulso de levantarse. La herida de la pierna le dolía horrores y el hecho de doblarla para darse el impulso no hacía más que mostrar el interior de la carne lacerada. Era más que posible que pronto tuviera una infección grave en ella.

Una vez en pie y a medio metro escaso del teléfono fijo delante de él, pudo estirar la mano para descolgar el auricular, y con la otra marcar el 112 para pedir ayuda.
El teléfono daba tono.

1...
1...
2...


Y tras un par de tonos de llamada una voz femenina se escuchó al otro lado:

- Emergencias, ¿dígame?
- Oiga... Ejem... Oiga... Necesito una ambulancia por favor... Me he caído sobre una mesa de cristal y me he hecho un gravísimo corte en las piernas. Me he hecho un torniquete pero estoy perdiendo mucha sangre
- De acuerdo, mandaremos una ambulancia, ¿me puede dar la dirección por favor?
- Sí... Sí... La dirección es... es... ...
- ¿Sí? Dígame...
- La dirección es...
- ¿Se encuentra ahí?
- No puedo recordarlo... Estoy muy mal, por favor ayúdenme...
- No podré ayudarle si no me da la dirección...
- No... Dirección... No...


El joven se desplomó sobre el sillón que tenía detrás mientras el auricular quedó colgando con la persona hablando al otro lado. Estaba tan mareado que apenas podía moverse y hacía minutos que tenía que haberse desmayado del todo. La pérdida de sangre era muy evidente y una persona normal habría muerto hacía rato ya.

- No... Algo se me escapaaa... -Susurró el muchacho mientras su cabeza se ladeaba al auricular...
- Sí... Se te escapa algo... -Dijo de pronto la voz del teléfono...

El joven reaccionó ante esa frase y se incorporó para alcanzar el auricular que aún botaba sobre su cable con forma de muelle.

- ¿Qué... ha dicho? -Preguntó con un hilillo de voz..
- ¡Ah! Sigue ahí, menos mal... Estoy localizando la dirección de su domicilio gracias al número de teléfono por el que llama. Manténgase conmigo por favor... Trate de seguir consciente...
- Sí... Eso intento...
- Dígame... ¿Qué es lo que me rodea?


El joven se paralizó cuando escuchó aquello, y tras unos segundos respondió:

- ¿Qué acaba de decir?
- Le pregunto que, ¿qué es lo que le rodea? ¿Ve algo por la calle?
- ¿Está jugando conmigo?
- Señor, es importante que me diga en la medida de lo posible qué es lo que ve en la calle... Alguien a quien pedir ayuda, a través de alguna ventana quizá... ¿Tiene alguna ventana cerca?


Tenía una ventana detrás suyo, pero se sentía tan dolorido que darse la vuelta e incorporarse para mirar a través de ella le iba a resultar bastante agónico.
Sin embargo, volvió a aunar energías y de un movimiento seco, giró casi 90 grados el sillón hacia la ventana. Y cuando sujetó las cortinas para apartarlas y mirar por los cristales, descubrió que en vez de el paisaje habitual que rodeaba su domicilio, ahora había una sólida pared de ladrillo macizo que bloqueaba toda visión del exterior. Si hubiese alguno.

- ¿Qué? ¿Que es esto? ¿Qué está sucediendo? ¿Estoy encerrado?

Asustado por el descubrimiento el joven buscó con la mirada la siguiente ventana que tenía a la vista; que en este caso era la puerta del balcón; y descubrió que ahí tampoco había salida al exterior a pesar de que un rato antes disfrutara del paisaje nocturno. Una sólida pared de ladrillo tapiaba el marco de la puerta.

- ¿Que está pasando aquí?
- ¿Qué es lo que le rodea? ¿Quien es usted?
-Dijo de pronto la voz del auricular...
- ¡VALE YA DE JUEGOS!
- ¿Qué es lo que le rodea? ¿Quien es usted?
- ¡BASTA, BASTA POR FAVOR!


El muchacho pisó accidentalmente la linterna que aún yacía en el suelo iluminando la pata del sillón donde había caído desplomado. Se agachó para recogerla mientras lentamente observaba la sangre que aún salía de sus heridas en ambas piernas.

- Necesito... ayuda... por favor...
- Estoy intentando ayudarle... Dígame... ¿Qué es lo que le rodea?
- ¡Qué quieres de miiiiiii! ¡QUE COÑO QUIERES DE MI! -Gritó de pronto el joven rompiendo todos los cristales del domicilio en una gran explosión que cubrió toda la estancia de fragmentos en el aire...


Efecto que provocó que la linterna que sujetaba el muchacho enfocara esos miles de cristales que estaban suspendidos. Todo se detuvo, y la luz de la linterna se reflejaba en todas las esquirlas que iban lentamente cayendo al suelo a cámara ultra lenta. La luz formo una proyección con forma de mujer. Una luz que se iba acercando hasta el muchacho. Hasta que estuvo lo suficientemente cerca para susurrar al mismo tiempo que la voz de emergencias del auricular:

- ¿Qué es lo que me rodea?

Se hizo un silencio, los cristales seguían en el aire inmóviles, y la silueta iluminada de la mujer seguía frente al muchacho que no decía nada...

- ¿Qué es lo que me rodea?
- Te rodea...
-Respondió cada vez más perdido el muchacho- ...te rodean cristales...
- ¿Sí?
- No. Espera... Te rodea... Una especie de luz... Como un campo de energía a tu alrededor...
- ¿Sí?
- Sí... Un campo de energía luminoso... Una especie de...


El muchacho bajó unos segundos la cabeza. Iba a desmayarse definitivamente, pero de pronto se iluminó su mente y susurró:

- Aura... Una especie de aura...
- ¿Quién soy?


El muchacho quedó en silencio de nuevo... Todos los cristales del piso que estaban suspendidos en el aire volvieron a formarse en puertas y ventanas como si nada hubiera sucedido. Salvo la mesa que seguía rota en cientos de pedazos ensangrentados...

- ¿Qué es lo que me rodea?
- Aura...
-Susurró de nuevo completamente blanco.
- ¿Quién soy?
- Eres... Eres... Eres Laura... -El muchacho cayó desplomado golpeándose la cabeza de nuevo contra el suelo.


La linterna que sujetaba en sus manos se deslizó y rodó. Y tan pronto tocó una pared, la luz que emanaba se intensificó hasta cubrirlo todo de luz blanca y explotó, el atronador sonido de la explosión despertó al joven.

- ¡Lauraaaaa! -Exclamó mientras se incorporaba acongojado y sudando de la cama.
- ¡Joder! ¡Que susto me has dado! -Exclamó ella que dormía a su lado.

El muchacho estaba acelerado y asustado. Tenía el cuerpo entero empapado en sudor y aún sentía dolorida la pierna que se había lacerado en el sueño a pesar de no tener ninguna herida.

- Ha sido... Una pesadilla...

La muchacha se incorporó y abrazó al joven. Tenía la respiración tan acelerada que pareciera que hubiese corrido los 1000 metros lisos. Y esto la asustó un poco.

- ¿Estás bien?
- No lo sé...
- Ya ha pasado cariño.
-Susurraba ella mientras abrazaba y acariciaba el pelo del joven mientras tenía la cabeza sobre su pecho.- Tranquilo... Sssshhhhh... Ya ha pasado...

El joven giró la cabeza para mirar a los ojos a su pareja. Gracias a los pequeños rayos de sol que se filtraban por las rendijas de las persianas pudo verle la mirada...
Esa intensa mirada de ojos marrones...
Esa intensa mirada de ojos marrones había hecho acto de presencia en su sueño...

- Creo que he soñado contigo...
- ¡Ah... Muy bien...!
-Rió la joven.- ¿Y ha sido una pesadilla que te ha hecho despertarte así? Entiendo...
- Creo que sí, pero tú me has sacado de ella...
- ¿En ese plan? ¿En plan de "ahora voy te saco de la pesadilla"?

La muchacha apretó un poco más la cabeza de su pareja sobre su pecho, y este se sintió arropado como nunca antes.

- Laura...
- Dime...
- Gracias...
- ¿Por?
- No lo sé... Pero gracias.
- ¡Anda, anda! Ven aquí y trata de dormirte... ¡Joder que susto me has dado!
- Lo siento...
- Aishhh, cielo... ¡Que sustos me das!


Durante un rato largo el muchacho sintió los latidos del corazón de ella, meciendo sus oídos. La respiración y las caricias de ella le hacían sentir en casa. Se sentía pleno.

- Cariño... -Dijo ella suavemente cuando empezó a dormírsele el brazo que rodeaba al joven.
- Dime...
- ¿Seguimos durmiendo?
- No, espera. Solo un rato más...


La joven sonrió y apretó fuertemente en el abrazo al muchacho, mientras respondía:

- Siempre vamos a querer estar así un rato más...
- Ya... Pero no puedo evitarlo...
- Es lo bueno de vivir juntos. Que vamos a poder disfrutar de muchos ratos más...


Tras la reflexión, ella volvió a quedarse traspuesta y él pudo levantarse de la cama sin que ella reparase en ello. Avanzó por las habitaciones del piso que compartían juntos y acabó llegando a la ventana del salón donde levantó la persiana para ver el exterior.
La luz del sol se filtraba sin frenos y el parque que tenía delante radiaba un color verde de lo más fresco y delicioso posible para ser percibido por aquellos ojos que rebosaban plenitud. Durante un rato largo permaneció inmóvil mirando por la ventana, disfrutando de cada rayo de sol, cada sombra dibujada por los árboles, cada persona paseando por la calle...
Y fue entonces cuando ella apareció detrás del joven y le rodeó con sus brazos desde la espalda mientras le preguntaba:

- Cielo, ¿de verdad que estás bien?


El joven sonrió sinceramente, respiró hondo llenando de satisfacción su cuerpo, se dio la vuelta para abrazarla y mirar de frente a su pareja y la respondió:

- Nunca he estado mejor cariño. De verdad te lo digo. Nunca lo he estado.

Y se fundieron en un largo abrazo justo antes de ponerse a desayunar juntos.




  FIN
Porque encontrar el lugar donde quieres estar
es la clave de la felicidad. Y si además es mutuamente
compartido, no se puede pedir más.



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