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miércoles, 19 de abril de 2017

10 Viajes - By Russell

Por todo eso que te digo cada día...
Por todo eso que no te digo nunca...


Dedicado a la persona que dirijo todas y cada una de estas palabras acompañadas de fotografías.
El Puente

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Hubo un tiempo, en el que disfrutaba sobremanera dejando dormir el coche en el garaje, y dirigirme a la cafetería del puerto a desayunar tranquilamente en la terracita.
En ese tiempo, desconectaba del mundo mientras degustaba mi café con leche en vaso y mi bollo; y disfrutaba observando a la gente subir y bajar del Puente Colgante. La mayoría mirando el suelo con ojos atareados, otros enchufados a sus cascos, portando una mochila y la mirada perdida en el horizonte más cercano.
Y solo unos pocos...
Los más pequeños...
Disfrutaban realmente del viaje yendo de aquí para alla, mirando por las ventanas y alborotando felizmente mientras sobrevolaban el agua de la ría.

¿Por qué muchos perdieron ese don infantil en pos de una madurez aburrida? A mi edad, sigo siendo de esos niños que disfrutan de los pequeños detalles. Y ese Puente, ese viaje entre gaviotas, vehículos y gente preocupada por su día a día es un claro ejemplo de que muchos han perdido la facilidad para maravillarse con lo risible.

Por suerte o por desgracia podré seguir disfrutando tranquilamente de mi café con leche en vaso y mi bollo. Ya tendré luego 10 armoniosos minutos para disfrutar del transbordador, acompañado de gente que no conozco.


La barca

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¡Hoy hay mucha gente!
Y aunque he sido de los primeros en subir a bordo y sentarme, he tenido que ceder mi sitio a una anciana que diariamente cruza la barca para ir a por el pan. Parece ser que la educación hoy en día está carente de sentido en las nuevas generaciones.
No veo más que cabezas...
¡Oh no...!
Aquí está ella de nuevo. ¡Me estoy poniendo nervioso!
No sé su nombre, pero todos los días cruza la barca conmigo.
Y sin conocerla, me muero por poder hablar con ella...
Saber su nombre... Sus aficiones... Sus pensamientos del día a día...

¡Oh dios! Me ha mirado fijamente...
¡Que vergüenza! Me ha visto mirarla y no he podido evitar apartar la mirada.
Estoy tratando de mirarla por el rabillo del ojo... Y juraría que la he visto sonreír.

De hoy no pasa...
En cuanto atraquemos y la gente empiece a descender, voy a saludarla.
Eso es...
Voy a saludarla...
Aunque... ¿Y si me mira raro?
¿Y si la hago sentir incómoda?
...
...
Creo que voy a armarme de valor...
...
...
...otro día.
Cuando haya menos gente.
¡Hoy hay mucha gente!


La barca II

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Siento el calor en todas y cada una de tus caricias...
Siento el olor del mar y el interés de todas nuestras pesquisas...
Siento el recuerdo de aquella primera vez que me atreví a decirte "hola"...
y como la barca se detuvo en el momento que me regalaste tu perinola.

"Todo a nuestro alrededor gira sin cesar..." me dijiste convencida.
"...más es nuestra obligación disfrutar sin que la tristeza sea cabida."

Cortado en aquella barca me quedé, a pesar de que en tu mirada ganado tenía tu interés,
y cuando a tierra nos bajamos, la conversación continuamos...
Continuamos hablando de la vida y la perinola dando vueltas,
y acabamos escuchando una banda sonora compuesta de canciones celtas.

El tiempo pasó y pasó, y en nuestra vida, una pequeña barquita amarró.
Quizás no fuere la más lujosa, pero fue la que más momentos bonitos nos regaló.

Ahora mismo deseo decirte sin dejar de mirarte a los ojos, a los labios:
"Todo lo que necesito en esta vida y quiero, en esta barca lo atesoro.
Más no puedo marearme con el viaje, si tú a mi lado estás cada vez que me incorporo.
Y si el horizonte que nos acompaña, sigue brillando con un firmamento tan estelar,
cualquier dibujo que nos imaginemos en él, para nuestro futuro habrá de quedar.
Te quiero mucho mi amor, en el más alto porcentaje...
Tanto que no puedo evitar mandarte este mensaje.
Por favor, nunca dejes de sorprenderme tanto como a diario lo haces,
porque nunca sabes cuando necesitaré de tus sonrisas como brebajes."

El silencio se hace en la barca, y la noche espléndidamente silenciosa se desata...
Asi que ya va siendo hora de volver a la comarca... ¡¡corre, corre, bulliciosa e insensata!!


El Autobús

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Todos los días me siento en este autobús. Todos los días me acompaña mi libreta de ideas y apuntes. Y aunque muchas veces no suelo sacarla de la riñonera, hay días que tengo esa necesidad. Y es con ella que me imagino la vida de todos y cada uno de los pasajeros que se suben al mismo vehículo en el que yo me dirijo a trabajar.
Está la chica que se sube en la zona más alta de Bilbao, y desciende con el autobús hasta los edificios nuevos de la zona de San Mamés. Siempre me he preguntado hacia donde se dirigirá.
Está el anciano silencioso que se monta siempre en la última parada del bus donde yo espero los 5-10 minutos de rigor a que inicie de nuevo su viaje, y el cúal tiene una mirada triste.
Está la joven madre que va con sus dos hijos al colegio. Y que cada dos por tres tiene que imponer orden a sus vástagos porque son un poco alborotadores.
Y luego está la joven pareja acaramelada. Que sin llegar a ser incómodos de ver, me provocan la mayor de las curiosidades porque son los que más luz y color arrojan a este vehículo de miradas grises y corazones apagados en la rutina.
¿Van juntos a trabajar?
¿Donde y como se conocieron? 
¿Cuanto tiempo llevan juntos?
¿Qué es lo que se han dicho que se han hecho reír?
¿Que le dice él a ella cuando la abraza?
¿O cuando acerca su rostro al suyo, le sujeta la mejilla suavemente con la mano y cierra los ojos?

Me muero por conocer su historia de verdad. Y sin embargo solo puedo más que imaginarla a través de mis dedos, y plasmarla ficticiamente aquí en mi libreta.

Mañana será otro día, intentaré acercarme un poco más moviéndome de asiento. Necesito sentir aunque sea un atisbo mínimo de esa felicidad que irradian esos dos. Hoy mientras tanto, seguiré imaginando la vida que tienen todos y cada uno de los pasajeros que me acompañan en este viaje diario.


El túnel

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El recorrido es largo... Es solitario... Deprimente y desafiante por doquier.
Si no tengo cuidado puedo llegar a perderme para siempre. Así que tengo que andarme con ojo, que no cojo. Y por encima de todo, he de ser fuerte pase lo que pase y el tiempo que pase.

Pero este túnel no tiene fin. Y cada día que pasa tengo menos energía para afrontarlo en solitario. Y cuando aparece alguien que podría compartir mi camino en pos de alcanzar aquella lejana luz, y llegar juntos a la superficie, descubro tras un tiempo que solo le interesaba aprovechar las cosas buenas que porto conmigo.
Así que cuando quiero darme cuenta, estoy de nuevo solo en esta oscuridad. Gastando luces químicas por doquier parte del camino, y racionando mis cada vez más agotados suministros.

Tengo sueño...
No quiero levantarme de nuevo...
La luz escapa de mi, no consigo alcanzarla y esto parece el Tormento de Tántalo.
¡Que alguien me ayude! ¡Por favor! ¡Ayuda!

Sigue pasando el tiempo, y cada día recorro menos camino. Cada día me cuesta más cargar con los cada vez menos suministros que porto conmigo. Y la luz sigue estando allí al fondo.
¡¡HIJA DE P*T*!!

Estoy empezando a perder la cordura...
Estoy empezando a perderme como ser único que transita este aciago recorrido.
Y estoy empezando a convertirme en un igual a todas esas personas cínicas que justifican sus buenos o sus malos actos con frases chorras de las pintadas en las intersecciones personales de esta oscuridad.

Estoy perdiendo toda esperanza ya. Perdiendo cada día un poquito más de mi propio ser. Perdiendo las ideas, motivaciones y convicciones personales que me hacen ser la persona que soy. Y todo ello porque transito como ser independiente, un oscuro túnel apagado por los miedos, indiferencias, arrogancias e inseguridades de las demás personas que lejos de valorar a alguien distinto a ellos, lo rechazan por temor a...

No quiero convertirme en alguien como esa gente... Debo soportar este tormento y alcanzar la luz tal como soy...

Y sin embargo, cuando ya se me ha desvanecido toda esperanza. Una inesperada compañía aparece para; de corazón; compartir el camino junto a mi. Alcanzar la luz juntos, y ¿quien sabe? Quizás forjar una vida más allá de las oscuridades de los demás...


El suelo mecánico (El túnel II)

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Hasta que ella llegó al túnel, sentía que había perdido el rumbo...
Hasta que ella llegó al túnel, no sentí renovada mi energía para tenerla tal y como la había conservado hasta mi entrada en esta oscuridad.

Ahora mismo ella camina a mi lado. Se preocupa por mi. Me preocupo por ella. Mucha gente que oscurece este túnel dicen convencidos de sí mismos que: "Estas sensaciones en las compañías para compartir un recorrido concreto duran químicamente 3 meses."
Y sin embargo, llevaré cerca de dos años recorriendo este túnel día a día con ella, y cada día que pasa, esa supuesta "química" es más intensa que el día anterior.

Lo tengo claro...
No es como luchar contra la oscuridad, sino como iluminarla de la mejor manera posible en la mejor compañía posible. Y yo creo que ya he encontrado a mi compañera de viaje. Ilumina la estancia de una manera que no es normal, y me da la energía suficiente que necesito para tirar y avanzar incluso por los dos en determiados momentos.

¿Sabéis esa sensación de un espeleológo que se queda atrapado en una cueva, no tiene ninguna luz y de pronto, cuando menos lo espera se encuentra unas escaleras mecánicas y un suelo mecánico que lo lleva a la salida de la cueva?
Ni tú ni nadie sabe qué sensación es esa, pero de seguro que llegó "cuando menos lo esperaba" y llegó para quedarse.

Ahora solo queda alcanzar la luz, que cada vez está más cerca, y es genial ir hacia ella entre carcajadas y sensaciones de cariño correspondido con mi compañía. Más aún, sabiendo que me ha salvado de morir apagado aquí perdiendo mi total identidad y que compartimos juntos el camino.

¡Ahí os quedáis! ¡Turbios! ¡Que sois unos turbios! ¡Nosotros nos piramos de esta cueva a forjar nuestra propia historia!


El metro

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El muchacho miraba por las ventanas del vagón impaciente porque este emergiera a la superficie. Ya que cada vez que aquello sucedía, y los rayos del sol iluminaban su rostro, una sensación de plenitud recorrían cada vena, cada rincón de su cuerpo y cada vello de su piel.
Tras un tiempo, volvería a verla. Y el viaje en el metro se le hacía particularmente largo. Era una ley "Directamente Proporcional". Cuantas más ganas tuviera de abrazarla, más largo se le hacía el recorrido.

Inclusive si el vehículo aún transitaba bajo tierra, el joven evadía su mente hacia parajes más verdes y alejados del mundanal ruido de la ciudad, simplemente cerrando los ojos y respirando profundamente. Y en todas y cada una de esas fantasías, se imaginaba al lado de su amada. Tumbados en un prado, disfrutando del cielo azul, el arrullo de la hierba, y el sonido del río en la lejanía. Sin tecnología en ese momento, sin dispositivos móviles cerca que incordiaran ese momento de relax. Momentos en los que una buena lumbre, y una buena cena al cobijo de la misma, fueran el verdadero significado de la felicidad en pareja. Un anochecer, un amanecer, un atardecer bañándose en las frescas aguas del río, sinónimos de que todo en la vida está donde debe estar y nada más importa.

Todo podía ser y será perfecto algún día. Mientras tanto el joven transitaba bajo tierra en un vehículo de varios vagones, y cuando abrió los ojos y volvío a la realidad, las mismas caras le acompañaban en el viaje.
¡¡Que largo se estaba haciendo el viaje!!


Las vías

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La oscuridad lo cernía todo.
El cuerpo inmóvil del muchacho yacía sobre las anchas vías.
Desconocía el horario nocturno de los trenes y solo quería que parase. De algún modo solo quería que se detuviese, y había llegado hasta tal punto de desesperación que cualquier cosa que le rozase le hacía acariciar la locura.

Las estrellas en el cielo se veían increíbles. Había escogido una noche despejada sin premeditarlo, y puesto que el sitio sí que lo era; un lugar sin iluminación eléctrica; todo se veía mucho más claro en la vía láctea.
Su mente empezó a distraerse de su entorno y se concentró en ese oscuro mundo de azules y negros, hasta que, inesperadamente, vio una estrella fugaz cruzar el cielo de horizonte a horizonte. Y una dulce voz le susurró a los oídos oídos:
"Las estrellas brillan más cuando la oscuridad es más poderosa a nuestro alrededor... No te apagues... Levántate... Yo brillaré para ti..."

Y sin saber el como y el porqué cesó. De pronto cesó.
Había estado años sucumbiendo en ese punto, y esa noche cesó.

Los siguientes días...
...meses...
...años, recuperó toda la energía que había estado perdiendo.


El tren

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Lo que más disfruto cuando voy en un tren, es cruzar un túnel. Ya que esto me permite ver el reflejo de mi zona y puedo ver con más disimulo lo que está haciendo ella a mi lado.

Le gusta que la mire. Y a pesar de que nuestras manos no se sueltan en ningún momento, el mirarla usando los reflejos me gusta especialmente a mi.

Quizás no por el hecho de verla solamente. Sino verme a mi a su lado. Viendo lo mucho que casamos como pareja, y la sonrisa tímida que sigue teniendo a pesar del tiempo transcurrido.

Esta es nuestra estación. Nos toca bajarnos. Aprovecharé entonces el reflejo del ascensor para verme de nuevo junto a ella. O quizás prefiera aprovechar; ya que nadie más que nosotros vamos a subir; para rodearla con mis brazos, mirarla a los ojos mientras nos sonreimos y volver a sentir esa sensación que sigo sintiendo desde el primer día.

¿Quien sabe lo que haré? Es lo bueno del día a día. Que tienes la oportunidad de decidir ir variando, o ser un clásico.


El tranvía

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Las farolas pasan suavemente a mi lado. Parecen correr en dirección contraria al transitar del tranvía.

Estoy yendo a buscarte. Quiero verte ya. Necesito estar cerca de ti...Tan mimoso y moñas como siempre. Y que tú me correspondas como nunca nadie lo ha hecho hasta ahora. Comtemplarte maravillado de nuevo. Tus ojos..., tu nariz..., tus labios...
Tus dulces labios...
Quiero tenerlos tan cerquita que sienta su calor apenas a un milímetro de ellos, sin haber contactado. Adivinar el siguiente instante de ese beso que se inicia apenas rozando mis labios con los tuyos.

Cuando el aroma de tu piel; aún no identificado entre perfumes, jabones o toallitas húmedas; me invada de tal manera que me haga desear besarte más profundamente. Tierna y calida, pero a la vez intensa y profundamente...
Pero no creo que lo haga...
En cuanto el tranvía se detenga y te espere a que salgas, acercaré mis labios suavemente y dejaré que seas tú la que de el paso final y poses tu labios sobre los mios. Que sintamos el frágil tacto de nuestras pieles. Y al abrir la boca sentir la húmeda y caliente caricia de tu lengua mecida sobre la mía...

¡Hummm! Ese sabor entre gominolas, chocolate... O incluso ese dulce frescor tras haber bebido un refresco...

Vivir mil vidas en uno de nuestros besos, y separarnos para mirarnos a los ojos y sentir a pesar de todo que el día se nos ha hecho corto a pesar del cansancio que arrastramos.

Las farolas siguen pasando suavemente, y el tranvía está llegando a la siguiente estación.

Quiero verte ya...



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